La familia de Cristian está satisfecha, pero la herida aún les duele. La herida del aislamiento, de la crítica, de la incomprensión, del «machaque». La herida se abrió cuando el colegio al que acudía su hijo Cristian (el CEIP Reyes Católicos de Silla) le negó la entrada al colegio porque carecía de recursos y medios para atender a este niño de 5 años, diagnosticado de Trastorno del Espectro Autista (TEA).

La Conselleria de Educación le ofreció plaza en un aula CYL (aulas experimentales de Comunicación y Lenguaje) en otro colegio y ante la negativa de la familia, le asignó una plaza en un Centro de Educación Especial a casi 30 kilómetros de su domicilio.

La familia se negó, acudió a los tribunales y una jueza ordenó la readmisión del niño en el CEIP Reyes Católicos como medida cautelar hasta que hubiera sentencia definitiva. Ya la hay, y aunque cabe recurso, no deja lugar a dudas y reconoce el derecho del menor a «permanecer escolarizado en su centro ordinario con los apoyos especializados que necesite».

Así lo asegura la sentencia del juzgado de la contencioso-administrativo número 2 de València que anula la resolución de la Conselleria de Educación de escolarizar a Cristian en un Centro de Educación Especial (CEE) y, según la abogada de la familia, Sandra Casas (Abogacía y Acción para la Justicia Social), «abre la puerta en la Comunitat Valenciana a que las familias con hijos con diversidad funcional puedan escolarizar a sus hijos en los colegios del barrio, con sus hermanos, con sus vecinos, en su entorno, en lugar de asistir a centros segregados en las afueras de las ciudades para que la inclusión sea real y siempre con los recursos que precisen para ir al colegio en igualdad».

La sentencia es, además, la primera que respalda la inclusión educativa tras el informe elaborado por el Comité de Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU, que aseguraba que España «viola de manera sistemática el derecho a la educación inclusiva, especialmente en el caso de personas con discapacidad intelectual».

De hecho, la jueza asegura que la educación «debe ser inclusiva, es decir, se debe promover la escolarización de los menores en un centro de educación ordinaria, proporcionándole los apoyos necesarios para su integración en el sistema educativo si padecen algún tipo de discapacidad».

Además, añade que la Administración educativa «debe tender a la escolarización inclusiva de las personas discapacitadas y, tan sólo cuando los ajustes que deba realizar para dicha inclusión sean desproporcionados o no razonables, podrá disponer la escolarización de estos alumnos en centros de educación especial».

De esta forma, el fallo reconoce que «adoptar una modalidad distinta de la habitual y ordinaria puede vulnerar un derecho fundamental», ya que en el caso de alumnos con TEA «se declara que, de partida, están en una posición de desigualdad que les hace acreedores de una respuesta administrativa adecuada a sus necesidades».

Las cicatrices de la lucha

Cristian, pues, se queda donde está y ya de forma definitiva. Seguirá en el colegio al que va su hermana, en el centro donde estableció sus rutinas y tiene amigos. Su familia respira, pero la herida aún les duele, la lucha les ha dejado cicatrices.

«Me he sentido sola en esta lucha. Solo Sandra Casas me ha apoyado y no hay dinero que pueda pagar por lo que ella y su equipo han hecho por nosotros. La Administración me ha presionado, me ha machacado. Las otras familias me han aislado. No he sentido apoyo de nadie. Yo quería que mi hijo fuera al mismo colegio que su hermana, cerca de casa, con niños 'normales' que aprendan a convivir con él y él con ellos porque así es la inclusión educativa», explica Cristina, su madre.

Y añade: «Mi hijo vive con una etiqueta, se la pusieron los médicos y no puede suponer una barrera más. Se recalca todo lo que no puede hacer ya que siempre estará en desventaja si lo comparas con un niño neurotípico. Pero ¿y lo que sí puede hacer? Eso no se mira, eso parece que no cuenta. Solo se destacan las carencias. La inclusión solo está en el papel y si ahora la tengo es por un juez, por la justicia, no por el sistema educativo. La de los colegios ordinarios es una falsa inclusión si no se ponen medios, recursos. ¿Sabes qué es lo que mejor le ha ido a mi hijo? Pues le ha favorecido convivir con niños neurotípicos porque copia y aprende de ellos. Y los niños neurotípicos tienen que vivir con la diversidad para entenderla y aceptarla con normalidad. Esa era mi lucha. Pero la hemos hecho en solitario. Y eso también duele. Porque lo único que pedía era que mi hijo siguiera en su colegio».