Encarna y María del Mar están solas. Gemma y Sara tienen, por lo menos, una compañera de apoyo en un grupo mayoritariamente masculino. Todas ellas deben afrontar ser la nota discordante en un mundo de hombres (hasta el momento) y «demostrar más por ser mujer». Pero eso está cambiando. Ahora la Formación Profesional (FP), también es femenina.

Mientras que algunas ramas han gozado de gran popularidad entre las jóvenes, como pueden ser las de ámbito sanitario o estética, existen otras áreas que se resistían a acoger alumnas en sus aulas. Sobre todo por los «estereotipos» que se refieren a oficios que «han sido toda la vida de hombres», explica Fuensanta Baeza, estudiante de Prevención de Riesgos Profesionales, en el CIPFP Canastell, de San Vicente del Raspeig en Alicante. Baeza, natural de Murcia, ha sido una de las estudiantes que ha recibido una beca de 600 euros concedidas por el Consell entre las mujeres que cursan ciclos de FP donde los hombres son mayoría y que se entregaron ayer en el marco de la feria AvantFP.

Fuensanta, que supera los 40 años de edad, ya contaba con formación técnica, pero dada su vocación por el mundo de la construcción, hace un par de años que se animó a cursar este grado superior de la rama de Instalación y Mantenimiento. Entre sus compañeros de aula no ha encontrado ninguna mala mirada, pero su experiencia previa le enseñó que en el mundo laboral «ya es otra cosa y a veces tienes que ponerte en tu sitio para que te respeten».

Integración en la empresa

En este sentido, Ricardo Arnau, director del IES Politècnic de Castelló, considera que si bien el empresariado está «muy abierto a la llegada de la mujer a ciertos sectores industriales», también lo es que «falta fomentar este cambio entre los compañeros de trabajo para que vean a la mujer como una más en el equipo». Esta igualdad en los centros de estudios «ni se cuestiona», afirma Arnau, quien ha visto cómo en los últimos años la presencia femenina en los ciclos de la familia profesional del Mueble, la Madera y el Corcho ha ido creciendo. Y con estos cambios, han llegado otros: como la incorporación de mujeres al equipo docente del instituto. «Ellas representan entre el 40 y el 50 % del profesorado, también en clases de talleres», cuenta el director del centro.

Gemma Blanco estudia Mantenimiento de Aviónica en el CIPFP de Cheste. En su clase son dos alumnas en el grupo. «A veces tengo la sensación de que debo aportar y demostrar más por ser mujer», cuenta. Optar por este grado superior fue una elección «natural» para ella. Es algo puramente vocacional y se siente verdaderamente cómoda con sus estudios «también recibí el apoyo de mi familia», algo no tan habitual como pueda parecer.

Al entorno de Encarna Castilla le sorprendió su matriculación en Técnico en Mecanizado, en el centro integrado de FP Vicente Blasco Ibáñez, de València. Ella es la única mujer en su clase (y la primera en 14 años que cursa esta especialidad en este centro educativo) y mayor que sus compañeros.

Pero la duda que se plantea es ¿cuál es la razón por la que escasea la presencia femenina en el aula? En su opinión esto tiene que ver con que «no hay ejemplos trabajando», lo que se traduce en que la inserción en el mundo laboral se presenta «un poco más difícil».

Lo mismo cree Inmaculada Cuñat, profesora de Formación y Orientación Laboral de este centro valenciano. «La sociedad sigue estereotipando cierto tipo de oficios», pero se muestra totalmente convencida de que cuando un empresario contrata a una mujer para un puesto de operario de este tipo «acaba demandando más porque se da cuenta de que funcionan exactamente igual».

Lo cierto es que aunque en algunos casos la presencia femenina en algunos ciclos es escasa, se van derribando barreras mentales sobre qué es un oficio propio de mujeres. Hoy el femenino es cada vez menos singular y más plural.