En muchas cartas a los Reyes Magos seguro que figura este año un dispositivo con servicio de localización en tiempo real, llamada bidireccional, llamada de emergencia, cámara de fotos y vídeo, linterna, chat de voz, monitor de voz remoto y juego de matemáticas, todo en uno y que también da la hora. Se trata de un reloj infantil. A los Ninjago, las peonzas BeyBlade o los muñecos Ksi-merito en las listas de deseos infantiles se unen nuevos juguetes con conexión a internet, cámaras, micrófonos y geolocalización. Son interactivos y pueden comprometer la seguridad y privacidad de los menores. Estos juegos pueden responder a órdenes o preguntas, reproducir o reconocer la voz del niño y permiten a los menores navegar o comunicarse a través de internet.

El reloj de pantalla táctil está diseñado para niños y niñas desde los tres hasta los doce años, funciona gracias a una tarjeta SIM y es compatible con varios teleoperadores. Los padres y madres controlan el gadget con una aplicación para conocer la ubicación exacta de sus hijos. Con él pueden sacar fotos en remoto que podrán ver desde su propio móvil. Como este juguete existen en la actualidad muchos más en el mercado: desde muñecas, mascotas, drones, robots, coches, y hasta puzles y bloques de construcción, según un informe de Adeline Marcos publicado por la agencia Sinc. Tienen una característica común: se conectan a internet y comparten datos.

Pero todas estas propiedades se convierten en riesgos, según el Centro de Seguridad en Internet para menores de edad en España. Al igual que en el mundo de los adultos, estos juguetes infantiles se enfrentan a la protección y gestión de los datos, con una problemática añadida: los usuarios son menores. Desde la Comisión Europea, la experta Stéphane Chaudron trabaja en el Instituto para la Protección y Seguridad de los Ciudadanos en varios proyectos dedicados a proteger los derechos y la seguridad de los niños en tecnologías emergentes. En su laboratorio se prueba el funcionamiento de los juguetes para comprobar de qué forma estos dispositivos almacenan y comparten la información del menor.

La seguridad no es el único problema al que se enfrentan niños y niñas al manipular juguetes conectados. La privacidad es la verdadera amenaza. «Gracias a los sensores, los softwares de los juguetes pueden recopilar datos personales y de juego, como la conversación del niño con su muñeca», detalla a Sinc Giovanna Mascheroni, investigadora en la facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Católica del Sagrado Corazón en Milán (Italia).

Los padres tienen poco control sobre cómo se almacenan estos datos, con quién se comparten, y cómo y para qué fines se analizan Según la científica, los padres tienen poco control sobre cómo se almacenan estos datos, con quién se comparten, cómo y para qué fines se analizan. Y es aquí cuando entra en juego la datificación: una gran parte de nuestro día a día se traduce en datos que se pueden medir, cuantificar y predecir.

Los juguetes conectados poseen sensores, micrófonos y cámaras que permiten la interacción y el intercambio de información con el niño y con otros dispositivos. El almacenamiento de datos puede suponer un riesgo, según alerta el IS4K, porque se registra información personal, como los datos del menor y su familia, información sobre sus gustos, horarios y localización, y las imágenes grabadas. «Existen riesgos tanto a corto plazo (privacidad y seguridad, desarrollo socioemocional) como a largo plazo, con la clasificación algorítmica social. El impacto de trazar un perfil en el acceso a los recursos y oportunidades, incluyendo la educación, salud, servicios financieros, oportunidades laborales, etc», precisa Mascheroni.

Los niños crecen en un mundo de datos. Los padres, que compran juguetes a través de los cuales vigilar a sus hijos, se implican en prácticas de privacidad que consideran buenas. Para la experta, uno de los mayores riesgos es la comercialización de la vigilancia y del acceso a internet de los niños. En parte, esto se debe a que a los padres no se les ayuda de manera efectiva a gestionar la llegada de tecnología.

Juegos interactivos

A pesar de los posibles riesgos, en una sociedad donde los niños nacen inmersos en la tecnología, estos juguetes pueden ayudarles. Si los datos se usan correctamente, los juguetes pueden aumentar la interacción social e «incluso la empatía», apunta Jackie Marsh, directora de Aprendizaje y Enseñanza de la Universidad Sheffield.

Según esta experta, los nuevos muñecos inteligentes abren un mundo de conocimiento y curiosidad. Los juguetes conectados fomentan un nuevo lenguaje entre la población infantil y sus muñecos, comprometiéndoles más con la tecnología a través del juego interactivo y el aprendizaje. Para Marsh, estos robots sociales incluso podrían incrementar su actividad física al obligarles a moverse y conocer ubicaciones.