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Día de Reyes con un desahucio pendiente

Navidades sin estrella

Familias en exclusión social relatan cómo se viven las fiestas navideñas cuando la vivienda no está asegurada

Familias en exclusión social: Navidades sin estrella

Familias en exclusión social: Navidades sin estrella

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Familias en exclusión social: Navidades sin estrella Mónica Ros

Hoy es el día de Reyes. Día de celebración y regalos. De ilusiones y magia. Hoy es el día de Reyes y con él terminan las Navidades. Durante un mes las ciudades y los pueblos se llenan de luces, las viviendas se decoran, las familias se reúnen, los amigos brindan, se come de forma abundante, se regala y se compra por doquier... Hay quien vive las Navidades de forma religiosa, porque son católicos. Y hay quien las vive porque reside aquí, es Navidad y sobre todo, tiene hijos pequeños. No hay escapatoria. Aunque sea uno musulmán o budista. Si hay menores de por medio... ¿cómo obviar la Navidad?

En este reportaje, Levante-EMV entrevista a tres familias. Ninguna de las tres tiene casa propia. Las tres han pasado las Navidades sin estrella alguna. Dos familias viven en casas que son propiedad del banco. La orden de desahucio es una realidad que les asfixia. Una casa. Ese es el regalo que le han pedido las tres familias a los Reyes Magos. Pero aquí no hay magia alguna que esperar. La estrella de Navidad ha pasado de largo.

Las tres familias viven en Orriols, uno de los barrios con mayor pobreza de la ciudad. Apenas les separan unas calles, pero no se conocen. Su único vínculo es otro vecino, Arturó Peiró, un hombre solidario al que llaman por teléfono pidiendo ayuda. Una especie de trabajador social que hace lo que otros deberían hacer. Arturo escucha, orienta, tramita papeles, paraliza desahucios, acoge en su casa a quien lo necesita, comparte pensión y alimentos. Arturo nos presenta a las tres familias para que no cuenten cómo han pasado estas fiestas de consumo cuando uno nada tiene y espera, además, que lo echen de su casa. Con la familia incluida.

La primera familia nos recibe en un parque infantil. Las niñas mandan y cuando uno no tiene ni para Expojove, ni para ferias, ni para teatro, ni para parques de bolas, solo quedan los jardines del barrio en compñaía de su padre, Salem Bouziani.

Argelino de 37 años y pareja de una española, Salem asegura que su mujer le salvó la vida y sus hijas le dan la energía de sobra. Ella no quiere que la reconozcan. Su familia no sabe nada de su situación actual. Su familia vive en Alicante y desconoce que llevan un año en un piso alquilado a una mafia, pero que es propiedad del banco. Y aquí no hay alquiler social posible. Aquí lo que hay es una orden de desahucio para el 4 de febrero, a las 9,15 horas. El lanzamiento estaba previsto en octubre. Pero Arturo se plantó allí y les explicó que había dos motivos para que la familia siguiera en la vivienda: el primer motivo tiene 4 años y el segundo, 2. «Nos dijeron que nos dejaban pasar las fiestas de Navidad aquí, tranquilos. ¿Tranquilos? ¿Adónde vamos a ir? Nadie puede estar tranquilo si tiene dos hijas y le echan de su casa», explica Salem.

Estafa con contrato

Salem y su familia firmaron hace un año un contrato de alquiler por 200 euros al mes, en un tercero sin ascensor del barrio de Orriols. Tres meses después de la firma del contrato llegó la orden de desahucio. El piso no era propiedad de un particular, como ellos creían, sino de un banco. «El problema es que la falta de vivienda social alimenta a las mafias. A esta familia la engañaron y ahora ¿qué hace? Las familias necesitan un techo, los banco, no. Y los servicios sociales de esta ciudad deberían garantizarles una vivienda pero como no hay pisos disponibles, pues les han dicho que les buscaban un alquiler, pero no encuentran nada por menos de 400 o 500 euros y luego están los avales, las fianzas.

«Esta familia no debería salir de su casa hasta que no tuviera una vivienda social donde ir», explica Arturo, activista convencido, hombre de principios. Sin embargo, el juzgado sigue adelante con la orden de lanzamiento «para beneficiar a un banco que ni ve personas ni le importan». Ni en Navidad. De hecho, la orden que les comunica la fecha del lanzamiento llegó dos días antes de la noche de Reyes. Las pequeñas abrirán hoy regalos. Varios paquetes, los que dé el presupuesto de 50 euros que ha destinado la familia.

Y es que la mujer de Salem trabaja desde hace 6 meses y cobra un sueldo de 1.000 euros. «Puedo pagar un alquiler social. Puedo pagar una vivienda, pero no puedo afrontar 600 euros de gastos en la casa porque vivimos 4 personas con mil euros», afirma la mujer de Salem con la tristeza de quien quiere y no puede, de quien no ve alternativa. Y eso que tiene trabajo. Recuerda cuando no lo tenía, cuando ella y Salem vivían con una mano delante y otra detrás, y se puso de parto de su hija pequeña. «Ni para el taxi teníamos. El pobre hombre ni nos cobró la carrera», recuerda. Y si ahora, con trabajo, tampoco hay alternativa. «Que vida más miserable, y todo eso sin que las pequeñas se enteren, sin que mi familia se entere, que bastante tienen ellos también», recalca.

Una visita para olvidar

A dos calles del hogar de Salem, está la casa donde vive Salwa. Así, a secas. Sin apellido, sin familia, sin ingresos, sin papeles. Está en València en situación irregular y teme cualquier tipo de consecuencia si aparece a cara descubierta, sobre todo si se tiene en cuenta que en su primera visita a los servicios sociales para pedir asesoramiento como mujer víctima de violencia machista, inmigrante irregular y con una maternidad recién estrenada «me dijeron que sin casa y con un niño pequeño me lo podían quitar y dárselo a su padre porque, claro, los niños tiene que tener un hogar. ¡Pero si huí de él porque me pegaba!».

Y las lágrimas afloran. Y abraza a su bebé. Tiene poco más de un mes. Salwa es musulmana y víctima de malos tratos. No debería haber abandonado a su marido. Pero lo hizo. Y fue a denunciarlo con una barriga de 8 meses, pero «no había traductor para las amenazas que había recibido por mensaje ni para tramitar la denuncia, un desastre», explica Arturo.

Salwua abandonó la casa que compartía con su marido en el último tramo de su embarazo y pagó 500 euros para que le «abrieran» una casa vacía, propiedad de un banco, repleta de cucarachas, suciedad y bichos. «Una vez más, las mafias se aprovechan de la falta de vivienda social y recursos para mujeres como Salwua», recalca Arturo. Él, junto con otros vecinos del barrio, se encargaron de dejar «habitable» el nuevo hogar de esta mujer de 30 años que no tiene ingresos, ni familia cerca.

«No pienso volver a servicios sociales. ¿Y si me quitan a mi bebé? He pasado mucho por él, he roto con todo, por él, por mi pequeño ángel, por mi regalo de Navidad. Soy joven, puedo trabajar, puedo sacar adelante a mi hijo. Sé que puedo pero necesito ayuda y sin papeles., no puedo trabajar, y sin trabajo nadie me alquila nada y si me veo en la calle me quitarán lo que más quiero. ¡Soy su madre!», afirma.

Nuevas lágrimas. Y entonces esboza una sonrisa. «Cuando me puse de parto me fui sola al hospital. No pasa nada, no tuve visitas y regresé igual, sola. Agradezco mucho a Arturo todo lo que ha hecho por mí. No le conocía. Me pasaron su número y le llamé», explica. Lo poco que tiene se lo ha enviado su hermana desde Francia. Incluida una televisión, productos de limpieza, comida y pañales.

Hoy no habrá regalos en casa de Salwa. Ella solo le pide al 2019 una casa. «Yo ya tengo mi regalo», dice. Y abraza a su bebé. Y el mundo se detiene. Pero solo por unos instantes. Como una estrella fugaz.

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