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Análisis

2019, año electoral clave

Los socialistas de Ximo Puig se ofrecen como garantía de «estabilidad» del Consell a cinco meses de los comicios locales y autonómicos - Compromís y Podemos piden reforzar el Botànic como freno a los ultras y la corrupción PP y Cs se la juegan a una carta y pugnan por liderar el bloque de derecha

Representantes de los partidos valencianos el pasado 20 de diciembre en el Congreso tras la aprobación de la reforma del Estatut. ep

Arranca 2019. Año electoral clave y decisivo para todos: a derecha y a izquierda. Cinco meses para unas elecciones municipales y autonómicas que, después del terremoto político andaluz, se han convertido en unos comicios inciertos, llenos de matices y en los que los principales partidos van a tener que reajustar sus estrategias para marcar el terreno en el que se jugará una contienda de dos bloques en la que todos los actores pueden acabar encarnando un rol determinante.

Es casi seguro que nuevamente serán necesarios pactos para decidir el futuro del Consell, de los principales municipios y de las diputaciones. Puede que, incluso, vuelvan a hacer falta más de dos partidos en cada una de las ecuaciones de gobierno. Y el discurso institucional con la que el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, cerró el año político con las réplicas que ha generado marcan una primera aproximación al cuadrilátero en el que se moverá la carrera hacia las urnas. Todo ya es campaña.

Con un escenario político cada vez más polarizado entre los dos bloques, los socialistas liderados por Puig van a utilizar la carta de la centralidad, la moderación y la estabilidad con el presidente como principal garante para intentar emerger como la fuerza más votada y, por tanto, convertirse en la piedra angular de cualquier acuerdo político.

Desde el PSPV, en la línea de esa intervención del jefe del Consell, consideran que la «estabilidad» -sólo tres territorios han aprobado sus presupuestos para 2019- ha convertido a la Comunitat Valenciana en una referencia para atraer riqueza y generar «oportunidades» -la economía valenciana en 2018 creció por encima del 3 %- desde un espacio de «convivencia y progreso». Estabilidad y normalidad como un sinónimo de consolidación económica y de captación de nuevas inversiones.

Ese mensaje, que será repetitivo hasta las elecciones, será el que desplegarán los socialistas valencianos convencidos de mantener su voto y de pescar en electores de corte centrista que recelan de gobiernos con ultras; y de que la ola que ha arrastrado a Susana Díaz en Andalucía nada tiene que ver con una autonomía en la que, apuntan desde el acto mando socialista, no existe esa pulsión de cambio.

Tres elementos, sin embargo, van a poner en cuestión esa estrategia que ya han lanzado desde el PSPV. Primero: tras la caída de Andalucía, el presidente Puig se ha convertido en una pieza a abatir en tanto que ahora es el dirigente territorial con mayor poder institucional en las filas socialistas. Segundo: la crisis política catalana con el juicio del «procés» que el bloque de derechas se va a encargar de continuar amplificando para sumar votos. Y tercero: el resultado electoral andaluz ha dado aire a un pacto de derechas pero al tiempo, con la irrupción ultra en ese espacio, resta opciones de que los socialistas, como alguno de sus dirigentes soñaban aunque el presidente Puig no estaba en esa onda, pudieran pactar en solitario con Ciudadanos.

Casi seguro, el PSPV tendrá que volver a mirar a Compromís y muy probablemente también a Podemos, ahora en negociaciones para absorber a EU. A los socialistas ya les habría gustado sumar sólo con la coalición de Mónica Oltra. Pero ahora, casi seguro, ya no será posible. Y esa necesidad del PSPV de mirar a sus dos socios más a la izquierda les dará cancha al PP y a Cs para intentar sacarles de esa moderación con Puig en el epicentro.

Miedo a la ultraderecha

Compromís y Podemos, sin embargo y con los matices que les diferencian, van intentar usar una carta muy parecida: movilizar de nuevo al votante que en 2015 aupó al Consell del Botànic como freno a la ultraderecha con la que el PP está dispuesto a pactar pero también como una trinchera para evitar, dicen, que retornen a la Generalitat los gestores que protagonizaron casos y casos de corrupción, algunos todavía por juzgar.

El perfil identitario de Compromís le permite, además, usar una baza más en Madrid con su grupo de cuatro diputados en el Congreso encabezados por Joan Baldoví: erigirse en los defensores de la Comunitat para exigir más financiación e inversiones, un discurso en el que el PSPV ha bajado el tono desde que Pedro Sánchez llegó a la Moncloa hace seis meses.

Los morados se concentrarán en apretar las tuercas de sus dos socios en esta recta final de la legislatura para visibilizar a sus desconocidos candidatos y reclamar la reedición sin fisuras de un Consell, en el que a diferencia de lo que pasó hace casi cuatro años, ahora sí están como locos por entrar.

Y mientras la izquierda trata de leer el mensaje andaluz que ha puesto patas arriba la contienda electoral en esta comunidad, el PP y Ciudadanos se han lanzado a la batalla por liderar el bloque de derechas, que ahora se ve con opciones de darle la vuelta a todos los sondeos que garantizaban un segundo mandato sin demasiados sobresaltos al Botànic.

Y ambos quieren aparecer como la principal alternativa. Isabel Bonig, candidata del PP y convencida de llegar a la presidencia aún con un mal resultado como ha ocurrido en Andalucía, prometerá bajadas de impuestos, combatir las listas de espera en sanidad, agitará la batalla lingüística y atacará las políticas de Educación del conseller Vicent Marzà.

Ése es el plan de los populares. El mensaje de Ciudadanos es todavía más directo: poner fin al Botànic y un nuevo Consell con los de Albert Rivera -otra vez el candidato en todas las autonomías y ciudades aunque no se presente- con Toni Cantó como aspirante a la Generalitat de protagonistas.

Pero también es más ambiguo: evitar entrar en la patata caliente de un pacto u otro aunque será, desde luego, piedra angular de la campaña. ¿Por qué? Mientras al PP no le importa aparecer con los ultras de Vox como posibles socios a Ciudadanos sí le preocupa esa imagen para retener una porción de votantes más moderados.

Si el PP y Cs tienen alguna posibilidad de llegar al Palau de la Generalitat será con los escaños de los ultras que, con los datos que ya manejan en los partidos, podrían conseguir un grupo que rondaría la decena de diputados en las Corts, aunque, de momento, la izquierda mantendría la ventaja, si bien de forma algo más ajustada que en 2015. Hay partida. Hagan juego.

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