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Entrevista

Marina Marroquí: "Los niños aprenden de sexo a través del porno. Ahí está el germen de las manadas"

Marroquí asegura que tanto padres como jueces, educadores o políticos tienen que concienciarse de que no puede haber otra generación igual

Marina Marroquí: "Los niños aprenden de sexo a través del porno. Ahí está el germen de las manadas"

P ¿Cuántas veces le han llamado «feminazi»?

R (Resopla). Es un término que odio pero que me hace mucha gracia a partes iguales. Yo vengo de una familia muy tradicional y mi madre siempre me ha dicho: «Hija, tú sé feminista pero no demasiado», aunque una es lo que es. El otro día, harta ya de ver cómo me insultan, me dijo que se le había ocurrido una cosa. Ella es aparadora y un hombre de la fábrica le dijo que su hija era una feminazi «de esas». Y ella, para salir del paso, le contestó: «Feminazi no, pero tú dale campo y una alambrada y verás lo que hace».

P La Manada de los Sanfermines; la violación en grupo de Callosa d'en Sarrià... En ambos casos, chavales jóvenes, que se juntan para drogar a una chica y violarla en grupo. ¿Cómo se explican socialmente estos fenómenos?

R A mí me da mucha rabia que se criminalice a los adolescentes como lo estamos haciendo. La violencia sexual en jóvenes y adolescentes es una de cada cuatro, lo mismo que en la edad adulta. Lo que pasa es que los puntos de partida de unos y otros no son ni mucho menos los mismos: bombardeamos a los jóvenes a todas horas con imágenes en publicidad que normalizan y generan la cultura de la violación, del maltrato. A ello súmale que tienen acceso total para poder consumir pornografía diariamente desde muy pequeños a través de las redes sociales. Cuando pasan estas cosas, nos echamos las manos a la cabeza. Pero esto responde a un problema profundo, a que han fallado muchas cosas.

P¿Pornografía desde cuándo?

R La edad media en la que los chicos empiezan a consumir pornografía son los diez años. La gran mayoría de las veces ven porno o saben lo que es una orgía cuando ni siquiera les han dado su primer beso. Y no creas que es una pornografía como la de generaciones anteriores en plan butanero llama a la puerta y después pasa lo que todos sabemos. Los vídeos más vistos en estas páginas son «padre abusa de su hija mientras duerme», «hermano viola a su hermana en la ducha» o «cinco violan a una chica mientras está borracha». Eso es el sexo que consumen ellos, el sexo que conocen, a ese nivel, cosas llevadas al extremo más brutal.

P ¿Sólo los chicos?

R Las chicas se educan con «Cincuenta sombras de Grey» o «Tres metros sobre el cielo». Pero después tenemos otra cosa: está el caso de Nagore y el caso de la chica de la Manada. A la primera la violaron en San Fermín, ella se resistió y está muerta; la segunda, se dejó hacer y estará destrozada para toda su vida, pero sigue viva, su madre la tiene en su casa. ¿Qué quiere decir todo esto? Pues que estamos enseñando a las niñas y a las mujeres a que cuando las violen, se dejen hacer, porque es que si no las matan. Y entonces tienes una bomba de relojería que ya estamos pagando con una y mil manadas.

P ¿Ese es el caldo de cultivo que genera estas manadas?

R El resumen podría ser así: a los diez años empiezan a consumir porno y «Cincuenta sombras de Grey»; a los 13 tienen su primera relación sexual y a los 16 les explican en el instituto cómo tienen que ponerse un preservativo. Es decir, estamos llegando tarde y estamos llegando mal. El problema es que a estos chavales les estamos dando acceso a todo pero no les estamos enseñando nada: ni a gestionar toda la información que hay al alcance de su mano ni a ser críticos, ni siquiera a que entiendan lo más básico: que eso no es sexo. Consumen porno para saber cómo es el sexo y se creen que esos son los roles que deben seguir, tanto ellos como ellas. Ese es el caldo de cultivo de las manadas.

P ¿Hay más casos ahora o los ha habido siempre pero ahora salen más a la luz?

R Yo creo que es un poco de las dos cosas. Aunque sí hay una diferencia: hasta ahora teníamos socialmente aceptado que un violador podía coger a una chica y violarla. Pero que cinco chicos de la misma edad, de familias más o menos normales con vidas más o menos normales, puedan ponerse de acuerdo para someter y violar a una persona y que a ninguno de ellos le tiemble el pulso cuando lo están haciendo es lo que rompe todos nuestros esquemas. Y esto es lo que sale en los medios, lo que conocemos y nos llama la atención. Pero no te puedes imaginar la de casos que hay de violaciones uno a uno que no trascienden porque las chicas ni siquiera saben reconocer que eso que les ha pasado es una violación, que no entienden que, aunque no tengan ganas, cómo van a decirle a su novio que no. Y entonces se dejan hacer, aunque no les guste o aunque les haga daño.

P Esto de lo que habla prácticamente pinta a los jóvenes como si fueran todos unos psicópatas.

R Por supuesto que no ocurre con todos los chicos, pero con muchos sí. Y ese es otro problema derivado de todo lo que está pasando: las psicopatías sexuales que están teniendo muchos chavales. Al educarse sexualmente en la cultura de la violación o del sexo más agresivo, cuando se encuentran con una relación sexual normal con una chica no les estimula, porque cerebralmente para ellos eso no es sexo. Entonces buscan ese estímulo donde haga falta.

P ¿Qué debemos hacer como sociedad para frenar esta espiral?

R El principal fallo es social: hemos fallado en lo básico porque no hemos sabido preparar a esta nueva generación para ser crítica, para saber seleccionar qué consume y qué no. Pero es que Internet no se puede cortar, no se puede eliminar, no se puede prohibir. A un adolescente tampoco se le pueden cortar las alas. Así que la única opción es que todos, desde padres a profesores, psicólogos, sanitarios, jueces, policías, educadores,... nos concienciemos de que en este país no se puede soportar otra generación como ésta.

P ¿Las leyes o los jueces? Y con esto vuelvo otra vez al ejemplo de la Manada.

R La realidad es que ojalá fueran todas las sentencias como las de la Manada, que a un violador le cayeran nueve años de cárcel, aunque a mí me parezcan pocos. Cuando hablamos de San Fermín, no nos equivoquemos, a nivel judicial es una condena que se sale de lo normal, porque yo veo a diario casos de mujeres maltratadas y violadas y te puedo asegurar que la mayoría de las veces a ellos se les pone menos de dos años para que no vayan a la cárcel; un programa de reeducación que muchos incumplen y para de contar.

P ¿Entonces tenemos que dar la razón a quienes dicen que es una condena ejemplar?

R Por supuesto, nos guste o no es una condena ejemplar. Sentencias así hay muy, muy pocas. Pero aún así la sociedad ha salido a la calle para decir que eso es poco. Así que algo tiene que cambiar.

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