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Resurgir de una profesión apagada

Ni una empresa sin su matemático

El Big Data propicia el resurgir de una ciencia que parecía apagada Tiene la menor tasa de paro y un salario medio de 37.705 euros

Ni una empresa sin su matemático

Era «bien pequeña» cuando Celia Gómez se dio cuenta que podía ser una genio de las matemáticas. Tiene 23 años, pero nunca se había planteado estudiar la carrera hasta que sus profesores le empujaron a ello. «Supongo que si no hubiese sido por eso nunca habría dado el paso, todo el mundo me decía que era muy duro», explica Celia, estudiante de tercer curso en el campus de Burjassot de la Universitat de València (UV). Uno de los motivos por el que muchos abandonan la carera en el primer curso, concretamente uno de cada cuatro (25 %). La tasa de abandono en el resto de años, sin embargo, se reduce al 11,8 %, es decir, casi dos de cada diez estudiantes. Pese a ello, cada año, las universidades valencianas graduan entorno a 60 nuevos matemáticos. Las perspectivas de futuro con las que ahora salen, sin embargo, son bien distintas a las que se tenían hace dos décadas.

Como en Historia o Filosofía, la opción de la docencia fue tradicionalmente la salida laboral más rentable para los matemáticos, por lo que tradicionalmente la profesión fue mirada con recelo. Onofre Monzó, presidente de la Federación Española de Sociedad de Profesores de Matemáticas, asegura que la opción de ser maestro era «mayoritaria» cuando inició sus estudios en los años 80. «Sí hubo personas que eligieron la Universidad para trabajar como investigadores aunque las condiciones laborales eran peores y con sueldos casi parecidos a los de cualquier técnico sin cualificación. También los hubo que se fueron a la industria, pero eran muy pocos», explica Monzó.

Ahora, sin embargo, el volumen de datos que genera la era de la información, sumado a la mejora de las plataformas informáticas, ha supuesto el resurgir de una profesión que parecía apagada. «Tan pronto como empresas, organismos oficiales o grupos de investigación, pudieron recopilar cantidades masivas de datos surgió la necesidad de analizarlos para diferentes objetivos», indica el decano de la Facultad de Ciencias Matemáticas en la UV Juan Monterde. Se refiere al boom del Big Data, de empresas que piden a gritos profesionales que no solo sean capaces de ordenar millones y millones de datos, sino que sepan analizarlos y obtener resultados que potencien sus beneficios. Se trata de que una marca sea capaz de predecir cuál son o serán las tendencias de consumo o, incluso (como se vio en la campaña electoral de Donald Trump), de voto. Si una empresa es capaz de controlar estos detalles, significa ir un paso por delante. Una oportunidad a la que no solo se aferran los gigantes de mercado como Google, Facebook o Amazon, sino que ahora también el mediano comercio se intenta subir al carro.

«Aunque no podemos hablar de Big Data en este caso», reconoce Monzó, «podríamos hablar en todo caso de utilización de datos con previsión de resultados sin quedarnos en el estudio de mercado corriente, pues ahora también pueden tener acceso a las búsquedas en Internet». Ahora, asegura Monterde, «estamos pasando de ser bien recibidos cuando solicitamos a algunas empresas que acepten a nuestros estudiantes en prácticas, a recibir nosotros peticiones de empresas solicitándolos directamente». Unas necesidades empresariales que no solo está frenando la fuga de cerebros, sino que supone que la tasa de paro entre los años 2014 y 2015 fuese del 5,7 % (según datos del INE) entonces la más baja de las profesiones cualificadas. En 2016 el INE agrupó las Matemáticas con Ciencias naturales, químicas y físicas, por lo que en 2017 el porcentaje de paro subió hasta el 12,13 %, pese a seguir siendo la menor entre todos los grupos. Todo ello sumado a un sueldo medio en España de 37.705 euros, según Infojobs.

Una burbuja laboral casi similar a la inmobiliaria. «¿Cuánto aguantará este ritmo? Habrá un momento que el mercado se saturará», considera Monzó. Los efectos negativos de este resurgir matemático, sin embargo, no solo se limitan a la predicción de Monzó. Monterde advierte de la preocupación que se vive en la profesión por el efecto contrario que puede producir el Big Data: «Vemos con alarma que la que era la salida profesional mayoritaria, o casi exclusiva hace décadas (la docencia), muy pocos de los egresados en matemáticas optan por ella». Así, tras aplaudir el resurgir de esta ciencia, ahora el problema que trae de cabeza a los decanos de matemáticas es cómo revertir esta tendencia.

Y es que Monzó reconoce que el afán de la inmensa mayoría de los matemáticos es atajar cuestiones que sean socialmente relevantes. «Pero esto es como Einstein con la bomba atómica, mal empleada puede ser destructiva. Si no se da un buen uso puede incluso crear rechazo entre quienes se sienten controlados por el Big Data, pero hay que recordar que es la ciencia lo que permite que la sociedad pueda avanzar».

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