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La calculada distancia de los populares valencianos

La presidenta del partido, Isabel Bonig, lleva tiempo tratando de desmarcarse del expresidente Zaplana, de quien nunca pidió su liberación

Isabel Bonig y Eduardo Zaplana.

Con las elecciones (generales y autonómicas) pisando los talones, los populares valencianos tendrán que digerir un nuevo sumario que aflora las cloacas del poder cuando éste era monopolio exclusivo del PPCV. El caso Erial, que en mayo del año pasado llevó a prisión al expresidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, comienza a destriparse con el consiguiente golpe a la marca, si bien ni coge al partido de Isabel Bonig desprevenido ni volcado en quien llegó a ser considerado un Dios.

La cúpula regional es consciente de que este caso salpica de nuevo con la corrupción la imagen del partido, pero confía en que la meditada distancia que se ha mantenido todo este tiempo respecto al exministro, sirva al menos para amortiguar el golpe. De hecho, a diferencia de destacados líderes nacionales como José María Aznar o el propio presidente del PP, Pablo Casado, los populares valencianos han evitado pronunciarse estos meses sobre la situación en prisión de Zaplana. La presión para que la jueza permitiera la puesta en libertad del exjefe del Consell, aquejado de leucemia, llevó a muchos dirigentes no s ólo del PP, si no también de la izquierda, a posicionarse a favor de que por razones humanitarias Zaplana esperara fuera de prisión la evolución del procedimiento judicial. Ni Isabel Bonig, ni su nucleo duro se sumaron a estas voces. La posición oficial ha sido ceñirse a la decisión de la jueza. Sin ir más lejos la semana pasada, antes de la liberación del expresidente, Bonig, entrevistada por este diario, evitaba cuestionar a la jueza.

Este calculado distanciamiento tiene su base principal en la experiencia. Los populares de Bonig se han pasado toda la legislatura teniendo que asumir la herencia envenenada del pasado y teniendo que poner la cara por dirigentes que hace tiempo dejaron de estar en activo. Bonig quedó muy marcada cuando optó por desmarcarse de Rita Barberá, una de sus madrinas políticas. Fue una decisión dura, que aún le pasa factura, aunque está convencida de que hizo lo correcto. La reflexión es que si fue firme con la exalcaldesa, no hay motivos para comprometerse con una persona con quien apenas tenía relación. «Que cada palo aguante su vela», vienen a decir en el PPCV, donde ya en tiempos de Alberto Fabra se optó por no poner la mano en el fuego por nadie bajo sospecha. Además, el PPCV ya barajaba hace tiempo que el sumario sería una bomba de relojería y que el caso Erial puede salpicar mucho más alto. Zaplana lo fue todo en su día en el PP, pero hace años ya que su influencia fue evaporándose. Bonig mantenía una relación cordial con el expresidente, pero muy residual. En este sentido, los populares descartan que existan conversaciones comprometidas y creen que más allá que él mismo y Juan Cotino, el nuevo PP está a salvo de este escándalo.

Otra cosa es la preocupación por el hecho de que el caso Zaplana perjudique los intereses del PP en su conjunto. El exministro ha mantenido un agenda de contactos de alto nivel tanto en el mundo económico con político. Su cercanía con Aznar puede ser oxígeno para el PSOE a nivel nacional si, como parece, se adelantan elecciones.

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