El espeluznante audio fue grabado por la propia víctima con su teléfono móvil, quien viendo el tono que estaba tomando la discusión entre ambos decidió conectar la aplicación del micrófono. Así, sin ser consciente seguramente de lo que vendría después, comenzó a grabarla para quizás tener pruebas de la conducta violenta de su pareja, a la que ya había denunciado previamente. De hecho, meses antes del crimen la mujer ya había sido detenida por golpearle con una llave inglesa en la cabeza aprovechando que éste estaba tumbado en el dormitorio.

«No voy a consentir que me dejes y te vayas con otra, antes te mato», se escucha a la presunta homicida poco antes de alejarse -se aprecia la distancia en su voz- para acto seguido atacarle con un cuchillo de cocina. «¿Qué haces? ¡Estas loca!», grita su compañero mientras intenta esquivar el ataque, como así demuestran también las lesiones defensivas que presentaba en la mano izquierda. Una certera cuchillada en el costado izquierdo, entre la quinta y la sexta costilla, acabó con su vida al alcanzarle el corazón y el pulmón, según el informe de autopsia.

La víctima todavía tuvo tiempo de salir a pedir ayuda al rellano, donde perdió el teléfono con el que estaba grabando a su agresora, y tomar el ascensor hasta el portal de la finca, donde finalmente pereció. El móvil siguió grabando durante tres horas más hasta que la policía lo halló y procedió a su intervención como prueba.

Estos veinte primeros minutos de grabación -el resto apenas son útiles porque ya no captaron nada de interés- serán claves en el juicio que se celebrará ante un jurado popular. En ellos la acusada le echa en cara a su pareja sus supuestos escarceos amorosos y éste le deja claro su intención de poner fin a la relación entre ambos.

El Ministerio Fiscal solicita para Flor María Ch. S., de 31 años y nacionalidad boliviana, una pena de trece años y medio de prisión por un delito de homicidio con las circunstancias agravantes de abuso de superioridad y parentesco. Eso sí, aprecia la atenuante analógica de embriaguez ya que horas antes de cometer su crimen «había consumido distintas bebidas alcohólicas y sustancias estupefacientes que pudieron incidir en su voluntad, alterando su comportamiento, pero sin afectar a su capacidad de conocimiento y comprensión de sus actos».

Una violenta discusión por celos

Los hechos ocurrieron pasadas las doce y media de la madrugada del 23 de octubre de 2017 en el domicilio que compartía la pareja en la calle Rubén Vela de València. La presunta homicida, en situación irregular en el país y en prisión provisional desde que fue detenida por la Policía Nacional, llevaba más de diez años de relación sentimental con Milko Remberto Melgar, de 40 años y también de origen boliviano.

Esa noche mantuvieron una violenta discusión, como así quedó captado por el audio del teléfono móvil de la víctima, durante la cual el hombre le dice que está decidido a poner punto y final a su relación harto de sus ataques de celos.

Es entonces cuando la acusada, «con el fin de matarle», según sostiene la Fiscalía, cogió un cuchillo de grandes dimensiones y atacó con él a su pareja, quien se encontraba desprotegido y en ropa interior. Tras escuchar el audio durante uno de los interrogatorios de la fase de instrucción, Flor María reconoció tanto su voz como la de su pareja como la de las personas que se oyen en la misma discutiendo. No obstante, mantiene que ella no lo mató.

En la grabación se escucha también cómo la propia víctima le dice que la va a grabar y a la presunta homicida exigiéndole el teléfono. Tras seguir discutiendo y coger el cuchillo, la mujer parece que olvida la amenaza de que está siendo grabada ya que, una vez acuchillado, no se preocupó de recuperar el móvil de su pareja, encontrado horas después en el rellano.

La procesada siempre ha negado la autoría del crimen, asegurando que no recuerda haberlo matado e incluso apuntó que cuando llegó a casa se encontró a su compañero ya acuchillado. El hecho de que el arma del crimen nunca fuera localizada, ni en la vivienda ni en los contenedores próximos al domicilio, y la extraña frase que manifestó la víctima a los primeros policías que llegaron al lugar: «La he matado», podría generar la duda razonable ante un jurado popular, pero la prueba irrefutable del audio del crimen parece que no deja lugar a otros posibles autores.