La Unión Europea, a través de la Directiva Marco de Estrategia Marina, ha propuesto la tortuga boba (Caretta caretta) como indicador de la contaminación ambiental del Mediterráneo, una iniciativa adoptada tras un estudio realizado por la Universitat de València.

Se trata de una investigación a largo plazo de la Unidad de Zoología Marina (UZM) del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva que cuantificó la ingesta de deshechos marinos en tortugas bobas recolectadas a lo largo de 20 años (1995-2016) en aguas del Mediterráneo occidental.

La UZM ha contado con la colaboración de la Conselleria de Agricultura, Medio Ambiente, Cambio Climático y Desarrollo Rural de la Generalitat Valenciana. "Casi cualquier elemento puede ser considerado como presa potencial para la tortuga boba", afirman fuentes de la universidad, lo que la convierte en una "excelente candidata" para monitorizar las basuras del mar.

Los últimos resultados del equipo revelan que la ingestión de macroplásticos ha disminuido ligeramente a lo largo de la última década en aguas valencianas, aunque "podría deberse más a un cambio de hábitat y de dieta de las tortugas que a un descenso real de basuras en el mar", según Francesc Doménech, uno de los investigadores.

La Unidad de Zoología Marina también ha estudiado la presencia y los efectos de los microplásticos en delfines y otras especies de peces.

Según Jesús Tomás, investigador del proyecto, "los estudios realizados en periodos superiores a una década permiten detectar cambios en la biología de estas especies, así como identificar y observar la evolución de las diferentes amenazas que las afectan ".

La UZM ha coordinado el proyecto europeo INDICIT y participa en "Interreg Medsealitter", para la estandarización de diferentes técnicas para el muestreo y cuantificación de las basuras marinas en el Mediterráneo.