«Gracias, gracias, gracias». Es la palabra que más resonó ayer en el salón de actos de la Torre H del Hospital La Fe. El centro hospitalario, referente de la sanidad valenciana, celebraba ayer sus cincuenta años de existencia y lo hacía, además de echando la mirada atrás para recordar parte de sus grandes hitos sanitarios y sociales (la infección de VIH, el liderazgo en trasplantes o el reto del traslado a Malilla o de la gripe A), dando voz a los verdaderos protagonistas del día a día del centro: sus pacientes, esas 2,3 millones de historias clínicas que han manejado en estas cinco décadas.

Siete de ellos, cada uno con una historia de superación detrás, desnudaron su vida y sus almas como una forma de agradecimiento que arrancó, a partes iguales, lágrimas y aplausos del público. Y todos, en la boca, palabras de agradecimiento por quienes les salvaron la vida y no solo en la parte clínica.

«Siempre voy a estar agradecido a todo el equipo del hospital La Fe». La frase, muy parecida a todos los agradecimientos que se verbalizaron ayer, la pronunciaba Héctor Iborra, primer trasplantado de corazón del centro con 23 años. Sus padres, cuando tuvieron el diagnóstico de su cardiopatía, barajaron irse a Navarra «porque, en aquella época no habíamos oído hablar nunca de trasplantes, pero nos dijeron que la mejor opción era quedarnos aquí», y así lo hicieron. Iborra es la representación de los logros del hospital, precisamente, en una de las áreas que más concienciación social crea: la donación y trasplante de órganos y en la que el centro valenciano es referente.

«Una sonrisa cura»

Entre los testimonios más emotivos el del joven requenense Alejandro Pérez. Con una cardiopatía congénita, con solo 48 horas de vida le sometieron ya a un cateterismo en La Fe, al que le siguieron varias operaciones a corazón abierto, la última hace dos años «en mi mejor momento». «De pequeño no podía correr detrás de un balón, pero podía ser portero. Los cardiólogos me dijeron que no podía beber alcohol pero sí pude convertirme en enólogo», explicó con emoción. «Una sonrisa cura», añadió, en agradecimiento a su equipo médico.

También tuvo palabras de reconocimiento para los profesionales del hospital Marta Nava, paciente de cáncer de mama con metástasis que, además, le detectaron por casualidad. «Esa caída fortuita en el trabajo me salvó la vida», recordaba. «He pasado por todas las plantas y torres de este hospital y he conocido a un montón de profesionales y en todos he tenido manos en las que cogerme para seguir adelante», resumía también emocionada Marta, que ahora dedica su tiempo al voluntariado en el hospital.

Sobre recibir y devolver lo recibido fue la intervención de Albert Blanco al que, con 17 años, le diagnosticaron una leucemia. Ahora, ya curado, es residente precisamente en Oncohematología y de hecho ha coincidido trabajando con alguno de los profesionales que en su día trataron su enfermedad. Ahora, desde el otro lado y como médico «intento ser lo más empático posible. En eso me ha ayudado haber pasado lo que pasé», reconocía como homenaje a sus médicos.

La mesa de pacientes la completaron las historias de superación de Sonsoles Ávila, que nació con solo 26 semanas de gestación y pasó 4 meses en las incubadoras de la antigua Fe de Campanar y es, además, auxiliar de Enfermería. «Es muy bonito todo lo que hacen los profesionales, apoyan y ayudan», aseguró.

La mesa la cerró la escalofriante historia de José Muñoz. Tras un grave accidente de coche en París hace tres veranos fue trasladado de urgencia a la unidad de Grandes Quemados de La Fe, «magníficos rehabilitadores de vida». Estuvo cuatro meses en el hospital: «No ha sido fácil pero la vida lo merece».

Justo antes de la intervención de clausura del president de la Generalitat, Ximo Puig, que se unió al reconocimiento de los profesionales -«estamos orgullosos de vosotros»-, tomó el estrado Noah Higón que con 20 años ha sido diagnosticada de cinco enfermedades raras y acaba de recibir el alta. «El personal de La Fe hace posible lo imposible», dijo.