El adiós final es algo muy lento; tras de sí va dejando espacios indefinidos y al mismo tiempo concretos. Con la partida de Carlos Orbe se ha ido parte de la vida de sus hijos; el recuerdo de los días ilusionados que él sabía crear. Todos han llegado de doquier para esa triste ceremonia en la casa de Fontanars dels Aflorins. Ese lugar que hoy lo cubre una oscura nube que se aleja lentamente€ Fontanars le quería y respetaba como él quería a ese pueblo que había hecho un poco suyo. En el silencio de la soledad queda la casa grande; imagen del corazón que pide ser recorrido y habitado por todos. Padre de siete hijos, había pertenecido a una familia de dieciséis hermanos y pensaba que la familia era vital en toda sociedad.

De sus padres había recibido una casa ruinosa en las cercanías de Faura; una pequeña fortaleza gótica de mediados de los siglos XV y XVI y la rehabilitó por la simple convicción que la cultura hay que respetarla. Carlos V otorgó varios títulos a sus mayores; su tatarabuelo era el marqués de Vallespina, al que se le concede la grandeza de España. Luego fue el ducado de La Confianza. El vizcondado de Orbe lo dona Carlos VII a su teniente coronel José María de Orbe y Gaytán de Ayala por su actividad política. Título que su padre le ofreció y lo usufructuó él. Pero pensaba que la nobleza no es un privilegio, sino algo que el aristócrata debe crear diariamente con el ejercicio y la responsabilidad que ello implica.

Trabajador empedernido, vivió con esa filosofía realista y con la valentía de que solo así se podía llegar lejos. Era consciente de que un noble se hace a sí mismo con el ejercicio de responsabilidad, educación, formación y sobre todo generosidad... Estudioso de la agricultura, no veía futuro en un sector subvencionado. Su imaginación le llevó a ser promotor de la primera ciudad de vacaciones de España que crea en Ibiza por los años sesenta. En el urbanismo veía la máxima expresión del humanismo; donde las personas viven, sueñan, sufren, crean y procrean€ Pero lejos de técnicos y especuladores€ Como promotor urbanístico le horrorizaba la costa valenciana y se lamentaba de que la Administración no había sabido ordenar su propio territorio. Comentaba con cierta tristeza la construcción de verdaderos bosques de hormigón, la falta de respeto hacia la naturaleza y esa lamentable visión la alargaba a Florida o a muchas partes de EE UU€ Era consciente de que el urbanismo, manejado por la economía, no es válido.

Amaba y se encontraba cómodo en España, pero se sentía muy europeo y le gustaba viajar por toda esa compleja Comunidad, estudiando la diversidad de sus países. Admiraba Barcelona, una de las ciudades más bonita de Europa. Seguro que habrá partido con el hondo pesar de que algo se está rompiendo€ Sentía que Valencia empezaba a sonreír y estaba cada vez más bella€

Era un hombre culto, apasionado por la historia, que sentía admiración por Fernando el Católico y Felipe II. Y sobre todo por esa Valencia ignorada por sí misma; productiva, creativa de gran proyección. La Valencia de Alfonso el Magnánimo, de Luis Vives, de Ausiàs March€ Maestrante de La Real Maestranza de Valencia, acudía siempre a las conferencias y lanzaba sus opiniones con la seguridad y sinceridad de alguien que lo tiene todo claro. Desconfiaba del poder de los magnates y de los políticos, veía que la democracia se diluía en una dictadura de los partidos políticos.El vizconde de Orbe, se ha alejado con paso firme y cabeza erguida con la paz que proporciona la fe, donde él encontraba la felicidad y daba las gracias por ella.