La historia del posible adelanto de las elecciones autonómicas al 28 de abril, fecha de las generales, es el último ejemplo de la volatilidad de la política actual, en la que las posiciones pueden caducar pronto.

Una vez que Pedro Sánchez convocó elecciones generales para el 28 de abril se reabrió el debate sobre un anticipo de los comicios valencianos. El jefe del Consell repitió esos días en numerosas ocasiones el mismo mensaje: era una opción posible, pero poco probable. Era su manera de alejarse del adelanto, asunto que entonces parecía amortizado, una vez que había sido descartado el pasado verano, cuando fue considerado seriamente y descartado con el argumento de que era prioritaria la estabilidad del Gobierno y acabar con los proyectos legislativos pendientes.

¿Qué ha pasado desde el 15 de febrero a hoy, cuando todos los indicios apuntan a un adelanto electoral? Fundamentalmente, que Puig y su entorno han ido asumiendo que el 28A supondrá una mayor participación, a pesar de ser un día festivo y que las encuestas, casi en su conjunto, han ido pronosticando unas buenas expectativas del PSOE. No hay razones para que el tirón de Pedro Sánchez no afecte favorablemente a Puig.

Con una polarización muy fuerte y un importante peso del voto útil al socialismo para evitar que una alianza de la derecha (PP, Ciudadanos y Vox) se haga con el poder, en las cabezas pensantes del PSPV y del equipo próximo a Puig ha cundido la idea de que convenía adelantar.

El último pleno de las Corts también ha aportado a ese cambio de criterio. La ratificación de la reforma del Estatut d'Autonomia y el tono de bastantes de los discursos tuvieron un aroma de fin de ciclo.

El pulso expresado por la vicepresidenta Oltra al día siguiente al manifestarse con dureza contra el adelanto electoral ha sido un factor más para empaquetar la teoría del agotamiento de la legislatura. Las semanas que podían quedar serían de posible parálisis de la iniciativa política, así que para qué prorrogar esa situación cuando adelantar las elecciones autonómicas no supone un coste adicional, ya que es para coincidir con las generales. Esa pregunta rondaba estos días a Puig.

Con todo, permanecen opiniones contrarias, como los daños (hipotéticos) a la relación futura con Compromís o una posible llamada a la resistencia de la isla valenciana si la derecha triunfa en España. Por ello quizá Puig ha preferido apurar hasta el último momento.