Fin al debate sobre el adelanto electoral con división. Ximo Puig compareció ayer tarde en el Saló de Corts, el de los grandes actos institucionales, para comunicar que las elecciones valencianas serán el 28 de abril, en coincidencia con las generales. Lo hizo solo, ejerciendo de president de la Generalitat, y haciendo uso, repitió, de una responsabilidad que solo le concierne a él. «La asumo, no la diluyo, es la mía», dijo.

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Puig mostró su perfil más valencianista, reivindicativo de la identidad propia, para sostener una decisión histórica: por primera vez, la C. Valenciana se «singulariza» del pelotón del resto de las autonomías. El jefe del Consell aseguró estar convencido de que la decisión visibilizará la agenda y los problemas valencianos, mucho más, seguro, dijo, que si los comicios se celebraran el 26 de mayo, como el resto de las autonomías. La C. Valenciana pasa a estar entre los actores del escenario político «de primera fila», junto a las denominadas nacionalidades históricas, remarcó.

Los argumentos no convencieron a los socios de Compromís, que expresaron públicamente su oposición a la decisión adoptada. Lo dejaron claro, primero, en el pleno extraordinario del Consell, celebrado antes de la comparecencia de Puig, en el que la vicepresidenta, Mónica Oltra, tomó la palabra para expresar que los cinco consellers de la coalición estaban en contra. Por motivos políticos y porque tenían reservas jurídicas.

No hubo votación formal, pero para los representantes de Compromís el adelanto electoral salía adelante por el voto de calidad de Puig, un privilegio que legalmente no tiene, según el Estatut d'Autonomia.

Fue la forma de escenificar su discrepancia y evidenciar la fractura final del bipartito sin forzar una ruptura en toda regla: haber exigido una votación en el pleno que hubiera obligado a Puig a nombrar de urgencia a un conseller para asegurarse una mayoría.

Puig, no obstante, evitó las críticas a Compromís y eludió pronunciarse sobre lo que había acaecido entre las paredes del pleno del Consell. Se acogió al obligado secreto de las deliberaciones del gobierno. El jefe del Consell remarcó, no obstante, la disposición a volver a entenderse en el futuro: «Me gustaría que pudiéramos continuar».

De momento, no obstante, queda la imagen de la ruptura, con Oltra en la sede de la vicepresidencia compareciendo junto con el resto de consellers de Compromís, que ya habían llegado juntos, los cinco, antes al Palau. Era la estampa de un bloque contra el propósito de Puig, del que no habían sabido nada formalmente hasta ayer.

La reacción fue más airada de lo que esperaban en el Palau, después de que Oltra saliera con unas declaraciones bastante tibias tras su visita por la mañana al Palau. Esa llamada a la sede presidencial fue la puesta en marcha de la maquinaria del adelanto, pero la líder de Compromís prefirió entonces contemporizar y esperar.

Puig aseguró que actuaba por el interés de los valencianos, no «viciado de partidismo» si bien sí admitió que contemplaba una mayor participación el 28A. «Cuanta más participación, mejores decisiones se toman», dijo.

Es esta la razón por la que el president cambió de opinión. No era partidario de un superdomingo el 26 de mayo, pero donde antes había un problema, Puig ve ahora una oportunidad porque considera que es una buena oportunidad para «visibilizar» el problema autonómico y dotar al proceso electoral de una «mirada valenciana».

Es la primera vez que las urnas autonómicas no se sacarán el cuarto domingo de mayo y que, además, se votará al mismo tiempo que las generales. A partir de ahora, la C. Valenciana contará con su propio calendario electoral. No dudó en reconocer que le habría gustado poder celebrar las elecciones valencianas en solitario, pero la «estabilidad» del Botànic ha sido un motivo de peso para reflexionar sobre la idoneidad del adelanto.

A diferencia de Oltra, Puig solo estuvo acompañado por su equipo más cercano, pero no por los consellers socialistas. Continuó después con su agenda oficial, aunque señaló que antes de dirigirse a Feria València firmaría el decreto de disolución de las Corts, que se publicará hoy en el Diari Oficial de la Generalitat para su entrada en vigor.

El president defendió que su decisión cuenta con todos los avales jurídicos. Así rebatió las dudas de Compromís, que manifestaron el fin de semana y que en Presidencia sofocaron con la misma Ley Orgánica de Régimen Electoral: manda el Estatut en la convocatoria de elecciones.

«Cada uno tiene su visión, y he hecho la consulta definitiva[a Oltra] cuando correspondía, pero es una responsabilidad del president», insistía el jefe del Consell con respecto a la reunión con la vicepresidenta ayer por la mañana para conocer su opinión del avance y tomar una decisión. Según reveló el jefe del Consell por la tarde, informó al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de la decisión que se había tomado.

Ayer, a su llegada al pleno, el distanciamiento entre los dos partidos se hizo visible. Pocos minutos antes de las 17.00, los consellers socialistas Gabriela Bravo, Ana Barceló, Vicent Soler y María José Salvador llegaban al Palau por la plaza de Manises. Momentos después, los de Compromis, desde la plaza de la Virgen, por el extremo opuesto, encabezados por Mónica Oltra, seguida por Vicent Marzà, Rafa Climent, Elena Cebrián y Manuel Alcaraz.

Puig destacó en su discurso reiteradamente la singularización valenciana en el 28A, que pondrá bajo el foco mediático a los valencianos.

Puig mostró su «profundo agradecimiento» a Oltra y los consellers que demostraron que existe una forma de hacer política «valiente, honesta y eficaz», compatible con «el desarrollo económico, la distribución de la riqueza y la protección del medio ambiente».

Puig repasó los logros del Botànic durante los cuatro años de legislatura a pesar del desencuentro final. «Una posición diferente no rompe el trabajo hecho por el conjunto de la sociedad», dijo.