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Semana del Cerebro

Tres horas de videojuegos a la semana mejoran el cerebro

Los expertos consideran que ayudan a incrementar la creatividad, la memoria y a fijar la atención - Por encima de las cuatro horas semanales se corre el riesgo de generar adicción

Tres horas de videojuegos a la semana mejoran el cerebro

Están demonizados, satanizados, pero en dosis adecuadas y con el contenido idóneo, los videojuegos pueden tener importantes beneficios a nivel cerebral. Investigadores del Instituto de Neurociencias están explicando esta semana, a los cientos de escolares que visitan el centro con motivo de la Semana del Cerebro, qué les ocurre cuando se sientan en el sofá con los mandos de una consola.

«Lo primero y más importante que les decimos es que deben jugar de una manera controlada, entre tres y cuatro horas a la semana como máximo, porque a partir de ahí se pueden desencadenar problemas de adicción», señala Auxi Fernández, estudiante de máster en el Instituto de Neurociencias.

¿Pero en qué sale beneficiado nuestro cerebro cuando usamos un videojuego? La mejora de la creatividad y el entrenamiento de la memoria son dos de los aspectos positivos que a nivel cerebral pueden aportar las consolas, según destaca Fernández. Sobre todo en lo que se refiere a la «memoria operativa», que es la habilidad para mantener información en la mente por breves periodos de tiempo.

También los mecanismos que están detrás de la motivación se ven reforzados, «porque los jugadores se ven especialmente alentados mientras van avanzando en el juego y aumentando de nivel o pasando las pantallas».

Según han explicado los investigadores del centro a los niños, los videojuegos también pueden ayudar a resolver problemas diarios en cuanto a planificación.

«Cuando se juega en equipo, los jugadores deben de diseñar una estrategia y ser capaces de ejecutarla, con esto se trabajan partes del cerebro que luego ayudan a que la respuesta ante un problema de la vida cotidiana sea más rápida».

Fijar la atención es otro de los efectos positivos. Auxi Fernández pone ejemplos de situaciones concretas. «Hay juegos en los que aparecen paisajes con montañas, árboles, casas... y tienes que buscar a los enemigos que están ocultos entre todos esos elementos». Algo que trasladado a la vida real «ayuda a discriminar y a fijar la atención en lo que realmente es importante».

Orientación

Por último, hacer uso de videojuegos en 3D «mejora el sentido de la orientación y proporciona una mayor visión espacial». Las consolas cada vez tienen más aplicaciones en el mundo de la sanidad. En este sentido, ya se han puesto en uso en hospitales españoles videojuegos que ayudan a niños con parálisis cerebral a mejorar su movilidad.

También en residencias geriátricas es habitual ver a los ancianos jugando con consolas con el objetivo de ayudar a frenar el avance de enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer. Otro ejemplo es la introducción de la realidad virtual y la realidad aumentada en los últimos años para procesos de rehabilitación física o cognitiva.

Los escolares que este miércoles asistieron al taller del Instituto de Neurociencias aprendieron que las pruebas de imagen ya han comenzado a arrojar resultados sobre cómo la morfología del cerebro de los «gammers» cambia. «Adultos que juegan habitualmente tienen zonas de la corteza cerebral más gruesas, como las relacionadas con la toma de decisiones y la visión espacial», señala Fernández. También en la zona frontal del cerebro, que es la dedicada a la ejecución, se aprecian cambios en la corteza, que «permiten al cuerpo reaccionar de una manera rápida ante determinadas situaciones».

Un estudio reciente elaborado por el Hospital General de Massachusetts de Boston y la Universidad Oberta de Cataluña determinó que los jugadores también tienen mayor rapidez a la hora de concentrarse en la realización de tareas laboriosas.

Sin demasiada violencia

Pero de la misma manera que los videojuegos pueden ayudar a mejorar determinadas áreas del cerebro, también tienen su cruz, en forma de violencia y de adicción. En este sentido, Auxi Fernández hace hincapié en que, para sacar el mayor partido a los videojuegos, es necesario que estos no sean demasiado agresivos y que permitan planificar y hacer estrategias en equipo. «En el mercado hay muchos juegos que pueden aportar enormes ventajas sin necesidad de tener que ir matando gente de manera masiva».

La investigadora del centro pone como ejemplo el Minecraft, «un juego muy creativo en el que tienes que ir montando casas, rampas, árboles... tiene combates muy suaves y un factor de adicción muy bajo».

Pasar demasiadas horas jugando también tiene sus efectos sobre nuestro cerebro. Los circuitos de la recompensa, que son los responsable de que las personas sean proclives a repetir conductas y estímulos que las hicieron experimentar placer, «quedan alterados», advierte la investigadora del Instituto de Neurociencias. Estas alteraciones generan, como en el caso de cualquier otra adicción, una especie de síndrome de abstinencia en los jugadores cuando no pueden tener una consola en sus manos.

El peligro de la adicción

La OMS considera que el trastorno por videojuego tiene tres características básicas: el usuario no puede controlar el deseo de jugar; le da cada vez más prioridad frente a otras actividades cotidianas o relaciones familiares y sociales, y continúa jugando a pesar de las consecuencias negativas evidentes.

En este sentido, los expertos alertan de que muchos fabricantes diseñan los juegos de manera premeditada para que creen adicción. «Se basan en el funcionamiento de las máquinas tragaperras, con formatos de partidas rápidas», explica Enrique Madrid, psicólogo de la Fundación Aepa experto en nuevas tecnologías.

Los refuerzos intermitentes de los juegos también enganchan. «Si los jugadores siempre ganan, al final se aburren. Si unas veces ganas y otras pierdes, la motivación para seguir jugando es mayor». La disponibilidad también hace que la adicción sea mayor. «Cuando éramos pequeños había que esperar 15 minutos a que se cargara el videojuego, hoy eso es impensable. En 30 segundos estás jugando a través de la tele, el ordenador o el teléfono». Por eso, Madrid, hace un llamamiento a los padres, para que se informen muy bien antes de comprar un juego para sus hijos. «El problema muchas veces es que los más comerciales no son los más recomendables y ahí entran también en juego las preferencias de los chicos por los juegos que están de moda».

Los expertos recuerdan que en Europa se ha creado un código de regulación de videojuegos, el PEGI, cuyo objetivo es proporcionar información sobre los contenidos y las edades recomendadas de éstos. Antes de comercializar cualquier producto, sus creadores revisan el contenido y lo clasifican dentro de las categorías establecidas por este código.

Los logotipos que indican la clasificación aparecen en la parte externa de la caja del producto, de forma fácilmente visible por los compradores.

Los consejos de los expertos para sacar el máximo partido a los videojuegos es que, por ejemplo, se respeten las edades recomendadas para cada videojuego o enseñar a los chicos a controlar el tiempo que dedican

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