Pablo Casado compareció ayer ante los medios de comunicación en la primera de las muchas paradas que tenía en su ruta fallera. No fue baladí. Tras él, como parte del monumento, una señal indicaba que estaban en la Plaza Colón de Madrid, el escenario de la manifestación que congregó en la misma fotografía a los líderes del PP, Cs y Vox.

Ayer en València, Casado se esforzó en desvincularse de un partido con el que comparte gobierno en Andalucía, pero por una «coyuntura» concreta y sin haber tenido que renunciar a ninguno de sus puntos del programa electoral.

El presidente del PP insistió, ahora en el Cap i Casal, en el mensaje que propaga desde hace días por toda España: apeló al voto útil, el del PP, «que no es equivalente a Cs ni Vox a la hora de votar», y recordó que en pequeñas circunscripciones de menos de seis escaños, el voto a sus socios en Andalucía irá a parar a un escaño para el PSOE y Podemos. «Que no se equivoquen nuestros votantes y exvotantes», avisó.

No escatimó en enumerar las diferencias con el partido de Santiago Abascal. En violencia de género, en inmigración y en políticas económicas no comparten su planteamiento. Tampoco en el perfil de los nuevos fichajes de Vox en la C. Valenciana. Son el expopular Ignacio Gil Lázaro y el de dos militares como cabeza de lista por Alicante y Castelló. Este último firmó un manifiesto franquista en 2018. No hay similitudes: son reivindicaciones de unas etapas «que para nosotros están felizmente superadas».

Casado realizó estas declaraciones en la Falla Pizarro-Cirilo Amorós, una comisión con estrechos vínculos y afinidad con la derecha valenciana. Allí se pudo ver a un buen número de populares arropando a su presidente. Las tres candidatas valencianas estuvieron en primera fila; Isabel Bonig, Maria José Català y Maria José CatalàBelén Hoyo, pero otros cargos como Eusebio Monzó o Jorge Bellver también acompañaron al presidente en la comitiva popular.

Tras pasar por la mascletà, Casado no obvió un acto donde tradicionalmente se ha situado parte de su electorado y que ahora trata de seducir Vox. Como hiciera Santiago Abascal el sábado, el popular se dejó ver en la Plaza de Toros a propósito de la Feria de Fallas

Casado tiró de empatía con los valencianos, con más razón si cabe porque su mujer es ilicitana. Vistió el pañuelo fallero con las iniciales de «MJC alcaldesa», como también lo llevó Bonig, en un claro blindaje a sus candidatas y a un programa electoral que devolverá el «pulso económico» a la C. Valenciana.

El presidente abordó los tres ejes que rigen el discurso del PPCV: la reivindicación de la financiación autonómica mientras Sánchez ha ocupado la Moncloa, la educación y la economía.

Fue muy firme en el primero: «Me comprometo, cuando sea presidente del Gobierno, a cambiar el modelo de financiación autonómica». Un sistema «lesivo» y «sectario» para los valencianos contra el que Ximo Puig «no dijo nada» cuando estuvo en el Congreso de los Diputados.

En la educación, además de la libertad educativa y el apoyo a la concertada, Casado abogó por hacer del valenciano un «mérito» y no un «requisito excluyente» porque es una «riqueza» que no debe convertirse en una «barrera de identidad».

Así, el sistema que proponen los populares es el que ya inició Català al frente de la Conselleria de Educación con Alberto Fabra, el «trilingüismo» que combine el castellano, el valenciano y el inglés a través de la Ley de Lenguas.

Por último, Casado advirtió de la próxima recesión que señalan los indicadores económicos y de el déficit de 12.000 millones que cifró el Banco de España y que recuerdan al gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero. Presentó al PP como garantía del buen funcionamiento económico que valencianizó con la preocupación de la Ford por las políticas del Consell y con la caída de la productividad en un 10 %.