Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista

"Para lograr un pacto social igualitario, los hombres deben perder privilegios y estar dispuestos a ello"

La escritora está entregada desde hace años a documentar la historia del feminismo español

"Para lograr un pacto social igualitario, los hombres deben perder privilegios y estar dispuestos a ello"

¿Qué hace una catedrática de Estudios de Género?

Tengo una doble cátedra en Estudios Hispánicos y Estudios de Género. Mi labor investigadora y docente pertenece a ambos campos. Llevo ya más de veinte años en activo. Soy una hispanista que analiza la historia, cultura y sociedad españolas de la época moderna desde una perspectiva de género, es decir, partiendo de la premisa de que la experiencia masculina no es representativa de toda la humanidad. Me interesan especialmente la historia del pensamiento y la escritura feminista, la historia de la autoría de la mujer, la autobiografía y la escritura memorialística y también el estudio histórico de la violencia de género y la discriminación.

¿La cultura española ha despreciado a las mujeres a lo largo de los siglos?

La cultura no. El patriarcado sí. Y nos sigue despreciando porque la discriminación no ha dejado de existir y las estadísticas de brecha salarial, por poner un ejemplo, lo demuestran. El patriarcado es dominante. Históricamente ha gestionado los espacios culturales públicos y ha situado a la mujer gestora y productora de cultura en el cuarto de atrás. Esto no es un hecho español. Las mujeres siempre han producido cultura: literatura, arte, filosofía, teatro. Siempre ha habido disidentes. Nuestro deber es sacar estos mundos, contribuciones y genealogías a la luz; hay que desarmarizar, descubrir espacios secretos, ir más allá del silencio y la ausencia de la mujer en el canon.

¿Las feministas actuales desconocen quizás el legado y las conquistas de sus predecesoras?

Al contrario. Mi diálogo como historiadora feminista con el activismo y la política feminista peninsular nunca ha sido tan rico e interdisciplinario como ahora. Y es que tenemos la obligación de diseminar nuestro trabajo de manera efectiva porque el feminismo y la igualdad necesitan de comunicación sólida y discurso bien articulado. Ésas son nuestras mejores armas. Las académicas feministas tenemos que salir del campus. Creo que estamos en un momento de concienciación histórica. Sin la mirada feminista, el estudio de la historia, sociedad y cultura se queda a medias. También hace falta una pedagogía de género para que se entienda que no discriminar redunda en el bien ciudadano. No se pueden admitir las afirmaciones misóginas y de ciertos sectores conservadores, como un amplio sector de la Iglesia católica que ignora, además, la contribución de muchas teólogas.

¿Cómo ve el movimiento feminista actual en España, fuerte o débil?

Fuerte y lo seguirá siendo. Esa fuerza, además, es necesaria. Eso sí, la historia nos enseña que las mujeres pagamos cara la fuerza. A mediados del siglo XX María Laffitte, una de nuestras pensadoras feministas, escribió que el patriarcado agonizaba lentamente. Y tanto: no quiere morir. Agonía y muerte no son lo mismo. Yo veo a Vox y a los trillizos que prefiero no nombrar como un resurgir del patriarcado reaccionario agónico, de valores tradicionales que privilegian al varón y nos esencializan a nosotras. Para lograr un pacto social igualitario, los hombres tienen que perder privilegios y tienen que estar dispuestos. No me sirve si en una Universidad un académico ve que discriminan a una colega y no hace nada porque no quiere meterse en líos. Quisiera ver a los hombres protestando por la brecha salarial. El feminismo es acción. Y ellos pueden actuar. Recientemente importantes figuras políticas han llegado a negar el machismo y la violencia de género o a confundir violencia doméstica con violencia de género. Es ética y moralmente injustificable. Tenemos que ser fuertes para poder decir que no se dará ni un paso atrás en materia de igualdad.

Las 'sinsombrero' están de moda. ¿Han salido justamente y por fin del armario (en alusión a su propia expresión)? .

Las 'sinsombrero' o autoras inciertas fueron, ante todo, mujeres modernas. Y la mujer moderna («flapper», «garzona», «new woman») fue una identidad emblemática dentro de la modernidad y dentro del regeneracionismo español. Resultado de la intersección entre mujer y progreso fue controvertida, tan atractiva y fascinante como criticada y temida. Se temía que esa mujer con su propio dinero, con su independencia y papel en la vida pública, con su falda y pelo más cortos, sin molestas enaguas decimonónicas, amante del deporte, con su lugar en la fábrica o en nuevas profesiones, como la de telefonista, no fuese capaz de ser madre y, por tanto, continuar vinculada al mundo doméstico, ser su pilar, sostener la casa y la familia. ¿Cómo iban a ser madres estas andróginas?, se preguntaban hombres de leyes y ciencias. ¿Qué iba a ser de la sociedad futura? El miedo al feminismo y a la libertad femenina va por ahí. Y también el miedo a la moderna, a la mujer diferente y disidente.

Choca al leer «El regreso de las modernas» la opinión de algunos intelectuales como Ramón y Cajal sobre las mujeres y su temor a que salieran del hogar y se labrasen una carrera profesional alejadas de hijos y casa.

Ramón y Cajal se llevaba la palma en misoginia. Aunque hubo un novelista, González Blanco, que insistía en la importancia de dar a las mujeres una buena zurra de vez en cuando. Los aforismos misóginos de don Santiago y sus irritantes escritos cortos, recogidos en el librito «La mujer», rezuman odio y crueldad hacia «el bello sexo». Las páginas misóginas de Marañón, Ortega y otros están ahí. No fueron, la mayoría de las veces, buenos compañeros de generación. Y hoy seguimos teniendo ilustres misóginos, pero no voy a mencionar ninguno.

Violencia de género: ¿cómo se aborda en el Reino Unido? ¿Es un debate tan de actualidad e interés como en España?

Claro que lo es. El debate es mundial y desde la ONU y la UE nos llegan directrices sobre violencia estructural y coyuntural y también sobre cómo ejercer políticas de igualdad. Tenemos grandes políticas feministas en España. Una de ellas nos dejó recientemente, Carmen Alborch, gran maestra. Que la extrema derecha española ose cuestionar la persistencia de la violencia contra las mujeres es una vergüenza y una prueba más de la necesidad de una pedagogía y educación desde una perspectiva de género. Obligatoria. No es adoctrinamiento. Es educación. El argumentario que ciertos y ciertas líderes de la derecha han usado recientemente carece de todo rigor intelectual. Hay una violencia contra las mujeres por el hecho de serlo que es preciso erradicar. Eso no quiere decir que las otras violencias no sean condenables. Por supuesto que lo son. Pero la violencia de género, construida históricamente, recibida por las mujeres por serlo, no puede asimilarse a otros tipos de violencia porque entonces fortalecemos el machismo que la produce. Es así de sencillo.

El maltrato se ha convertido en un elemento de batalla política en España.

Es inaceptable y un insulto a la ciudadanía.

¿Cómo contempla el debate que hay sobre la ley de violencia de género y su posible carácter discriminatorio?

Mi alumnado lleva estudiando la ley de 2004 y la de 2007 prácticamente desde que fueron promulgadas. También estudiamos la vorágine legislativa de la Segunda República en materia de género, el Fuero del Trabajo y otros textos para entender el marco legal español a lo largo de los últimos 100 años. La ley no favorece a la mujer sobre el hombre. Con leer la exposición de motivos es suficiente para constatarlo. La ley de 2007 busca paliar una diferencia, discriminación y violencia históricamente construidas. Y lo hace partiendo de que la igualdad está reconocida por nuestra Constitución. El único pero que le pongo es que no es punitiva.

De polémicas como toda la contestación en las calles a la sentencia de La Manada, ¿qué llega al Reino Unido, si llega algo? .

Fue cubierto por la prensa británica. Recuerdo especialmente el trabajo de Sam Jones en «The Guardian». Se habló de una violación grupal no condenada como tal.

Compartir el artículo

stats