La Universitat de València ha colaborado en un proyecto internacional capaz de transformar el paradigma en la observación científica. Así, el desarrollo de nuevos algoritmos combinado con los avances tecnológicos y la conexión entre los mejores telescopios del mundo ha dado como resultado la obtención de la primera fotografía de un agujero negro. Un hito «histórico» que pone fin a un siglo de investigaciones y que cuenta con firma valenciana, la de la matemática Rebecca Azulay.

Se trata de objetos cósmicos extraordinarios y extremadamente compactos que afectan al entorno al curvar el espacio-tiempo y sobrecalentar los materiales colindantes. Ahora, gracias al proyecto Telescopio Horizonte de Sucesos (EHT), se ha podido captar la instantánea de uno de ellos y, de este modo, corroborar las ecuaciones de la relatividad planteadas por Einstein. «Hemos pasado de considerar los agujeros negros como un concepto matemático a una entidad física», explica Azulay. «Antes sabíamos de su existencia por detecciones indirectas, pero no teníamos evidencias científicas», añade. Y es que, en virtud de estas, las múltiples observaciones independientes del EHT trazaron una reconstrucción de imágenes en las que se podía observar una estructura en forma de anillo con una región oscura central, la denominada sombra del agujero negro. Una vez inmortalizada la imagen de esta, los investigadores pudieron compararla con las simulaciones previas y establecer una concordancia entre la fotografía observada y la interpretación de sus predicciones teóricas.

Situado en el centro de la galaxia Messier 87, este agujero negro se encuentra a más 50 millones de años luz de la Tierra y es 6.500 millones de veces más masivo que el Sol. Es por ello que su estudio ha requerido de una técnica de interferometría de larga base cuya resolución angular es de 20 microsegundos de arco, un aumento significativo de la sensibilidad que permitiría leer un periódico en València desde una terraza de Nueva York.

Telescopio internacional

La creación del EHT ha supuesto un gran desafío en tanto que requirió una gran modernización tecnológica que permitiese establecer conexiones entre una red mundial conformada por ocho telescopios ya existentes y que están distribuidos en zonas remotas a una gran altitud.

Desde volcanes en Hawái, pasando por Sierra Nevada en España, hasta el desierto chileno de Atacama, sus señales conforman un telescopio virtual de escala planetaria diseñado para un fin específico: capturar las primeras imágenes de un agujero negro. Así, los chilenos Atacama Large Millimeter Array (Alma) y Atacama Pathfinder Experiment (Apex); James Clerk Maxwell Telescope en Hawái; el mexicano Gran Telescopio Milimétrico Alfonso Serrano; los estadounidenses Submillimeter Array y Submillimeter Telescope; la estación South Pole Telescope en la Antártida; y, por último, el español IRAM 30 metros en Sierra Nevada son el culmen de décadas de trabajo técnico y teórico. Es precisamente este último el enclave en el que Rebecca Azulay desarrolla su colaboración en el emblemático proyecto de investigación.

A sus 31 años, puede presumir de formar parte de una investigación histórica y científica a partes iguales. Licenciada en Matemáticas por la Universitat de València, donde también cursó su máster y doctorado, su incursión en el proyecto surgió de la demanda de colaboración del Instituto Max Planck en Alemania. Dos años de investigación, según explica, en los que su labor consistió en configurar el equipamiento técnico de la antena del telescopio español, así como de su observación.

Una actividad a la que no renuncia, ya que como asegura, acudirá a las próximas campañas de observaciones. Estas se producen durante 10 días al año, normalmente durante el mes de abril por las condiciones meteorológicas que ofrece, en jornadas nocturnas de ocho horas, pues las fuentes observadas son perceptibles por la noche. Agradecida, afirma que «la primera imagen de un agujero negro se va a recordar a lo largo de la historia y me siento muy orgullosa de haber contribuido en el trabajo para poder obtenerla». Aunque no es la suya la única firma valenciana con la que cuenta el proyecto, ya que el coordinador del grupo de polarimetría Iván Martí diseñó los algoritmos que permitieron combinar los datos de Alma con los del resto de radiotelescopios.