Desde finales de abril hasta los últimos días de mayo comienza una época idónea para descubrir algunos de los grandes tesoros que ofrece el mar Mediterráneo en forma de isla. En este periodo las temperaturas son más suaves que en los meses estivales y no se produce la aglomeración de turistas de julio y agosto, de forma que es posible encontrar desiertas (o con muy pocos visitantes) algunas de las playas y calas más carismáticas de las islas. Ibiza, Formentera, Menorca y Mallorca muestran su lado más natural y permiten disfrutar de forma distinta al verano. Parajes como Formentor en Mallorca, Ses Illetes en Formentera, las calas de Comte o la zona de Portinatx en Ibiza y las playas de Macarella y Macarelleta en Menorca están entre las más bellas de Baleares, y marcan esa diferencia respecto a la temporada vacacional. Pero no son las únicas. Córcega y Cerdeña ofrecen un espectáculo natural único por el contraste entre sus cristalinas aguas y los acantilados que las rodean. Y más allá cabe mencionar algunos de los pequeños secretos que esconde Grecia. Al margen de las populares Mykonos y Santorini el país heleno posee pequeñas islas, no tan famosas, como Naxos, Citeria o Ikaria, en las que, según los propios habitantes, el estrés no forma parte de su vocabulario. Todas ellas poseen un gran legado histórico, por lo que suponen un lugar perfecto para aprovechar las bonanzas meteorológicas del mes de mayo. Independientemente del destino que se visite es un buen momento para descubrir y valorar todo lo que ofrece el mar Mediterráneo, pues estamos acostumbrados a mirar muy lejos para encontrar paraísos en forma de isla y de playa, a pesar de que también los tenemos más cerca. Eso sí, hay que extremar la precaución si nuestro destino es Formentera, pues, según sus habitantes, «venir una semana es poco, dos semanas está bien, pero si vienes tres, te quedarás para siempre».