¿ Qué supone este premio?

Es un orgullo para mí. Es un honor que me hace la fundación del Colegio Oficial de Médicos y la Diputación de Valencia. Como médico rural he sido uno más y estoy orgulloso de ello.

Asegura que nada más licenciarse en medicina tenía claro que quería ser médico rural. ¿Por qué?

Me influyó mi madre sobre todo. ¡Mi madre le hacía la competencia al veterinario! Tenía una sabiduría sanitaria curiosa: abría quistes a las vacas, atendía partos, capaba conejos o pollos... Yo aprendí algunas técnicas quirúrgicas de ella y me hizo partícipe de conocimientos que, a lo largo de mi carrera, me di cuenta de que eran bastante razonables. En el fondo está el afán de ayudar a quien está enfermo, al paisano, al vecino. Lo tengo dentro de mí y si lo pierdo, dejaré de ser médico.

Su primer destino fue Trujillo y luego otro pueblo de Cáceres de 300 habitantes. ¿Era la verdadera esencia de la medicina rural?

Eso era droga dura. Para hacerse una analítica los vecinos tenían que ir a Cáceres, a 120 kilómetros por carreteras que no eran precisamente autopistas. Yo atendía hasta partos. Era una medicina dura, además en la honda Extremadura. Allí me divertí mucho, pero era 24 horas, una medicina primaria en la que tampoco tenía ni pediatra ni enfermero, yo hacía de todo. Con mi mujer, que me ayudó siempre mucho, porque la figura del médico rural también implicaba a la familia.

¿Notó el cambio a venir a Rotglà i Corberà en 1983?

El ser el médico del pueblo las 24 horas también me pasaba aquí. Está cerca de Xàtiva pero durante los primeros 10 años era medicina rural pura y dura, igual que en Extremadura aunque con autopista. Estar en el bar o en la piscina y que te llamaran... Lo tenía muy asumido.

Llegó a doctorarse y no ha parado de investigar y de publicar. ¿Es algo habitual entre los médicos rurales?

Tengo que reconocer que es un plus que tengo. Me ha gustado siempre investigar. Lo mío no era tan habitual pero hay muchos que también se han doctorado, en eso no he sido una excepción. Pero sí he tenido una trayectoria singular. De todas formas siempre digo que si tuviera que elegir un médico, siempre sería a uno rural porque había gente muy brillante.

La medicina rural le ha marcado pero donde realmente ha sido reconocido es por su trabajo en el campo de la sexología...

Ciertamente, dentro de este campo soy más reconocido que dentro de la medicina rural. Elegí este campo porque es un aspecto muy importante de la calidad de vida y eso en medicina se ha tenido pocas veces en cuenta. Me preocupaba porque tenía pacientes con problemas y no sabía cómo abordarlos. Un máster de la Facultad de Psicología me cambió la vida, me di cuenta de dos cosas: que podía abordar mejor los problemas de los pacientes que repercuten en su calidad de vida y que era un campo virgen. Hoy, salvo excepciones, esa carencia sigue existiendo. Diseñé un cuestionario de Función Sexual de la Mujer que aún hoy me siguen pidiendo a diario desde cualquier parte del mundo y me han pedido colaboración docente.

Sigue en activo en Xàtiva. ¿Qué opinión tiene de las protestas que están movilizando a sus compañeros de la Primaria?

Lo veo conveniente y necesario. La profesión ha cambiado porque el perfil del paciente ha cambiado. La medicina que yo hacía en Extremadura era más sencilla. Ahora es más compleja, con lo cual hay que bajar el ratio poblacional que cada uno tiene porque sino, no se puede afrontar y también en temas como el transporte hemos ido a peor. Hay razones para protestar y reclamar mejores condiciones laborales.

Si la medicina familiar ya se considera olvidada, ¿en qué escalón está la rural?

Específicamente ni se contempla. A los centros rurales no se les ha dotado de aparataje ni material. Otra cosa son los centros de salud de donde dependen, pero en los consultorios tenemos cortapisas para acceder a técnicas como ecografías, resonancias... La Primaria está realmente muy abandonada.