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Presidente Puig, candidato Ximo

El secreto del aspirante socialista y jefe del Consell se llama «kombucha», un brebaje en forma de refresco ácido que bebían los samurais antes del combate

Presidente Puig, candidato Ximo

La ventana del viejo palacio está abierta. La tarde empieza a despedirse, pero el bochorno resiste. Se oye la ciudad bullir y los golpes de una obra al otro lado de la estrecha calle: un hotel en ciernes. Las paredes de madera sobria contrastan con el plasma, la impresora y el resto de aparatos de la vida moderna. Sobre la mesa van apareciendo tantos ordenadores portátiles como componentes del equipo de Ximo Puig, así hasta ocho, incluido el president y candidato. Puig entra el último, en mangas de camisa y con la corbata aflojada. Al día le queda tralla y empezó pronto, con un desayuno en Alicante. Lleva un cartapacio y una botella con un brebaje extraño. «Kombucha», explica con una sonrisa, «lo que bebían los samurais antes de la batalla». Eso dice el envase. Se sienta en la cabecera y marca actos y detalles de los próximos días que va comentando.

Así hasta que alguien avisa de la hora y la asamblea se disuelve en un pestañeo, mientras el ahora presidente se pone la americana, se aprieta la corbata y acelera el paso por el patio gótico del Palau camino del coche oscuro, un monovolumen convencional, que espera en la puerta. Es el día del CIS y dentro del vehículo comenta los resultados, positivos para los socialistas: «Si fueran al contrario surgiría el desánimo, pero por otro lado está el peligro de la desmovilización, que la gente piense que ya está hecho».

Rafa, el conductor, pisa el acelerador, porque hay tope de llegada al punto de destino. El presidente Puig acude a la apertura de la exposición de Harry Potter en el Museo Príncipe Felipe, pero antes del acto le espera un equipo de la Sexta para entrar en directo en Más vale tarde. Llega con el tiempo justo de saludar al director de la Ciudad de las Artes, subir rápido y ponerse el pinganillo en la oreja mirando a cámara.

La exposición es el cuarto acto del día y no será el último. Saluda al alcalde de València y al secretario autonómico de Turismo, los primeros en llegar. Les ofrecen agua, pero les reclaman antes para el recorrido por la muestra. Una multitud de adolescentes y jóvenes se acumula en el exterior tras la valla del photo-call y la inevitable alfombra. No faltan gentes con ropajes y complementos extravagantes. Dicen ser influencers y se sorprenden de que uno no los reconozca.

Más de «Los Cinco»

Puig no es que sea por edad de Harry Potter, más bien de Los Cinco de Enid Blyton, pero se muestra interesado por la exposición, que a un indocto en harrypotterismo le podría parecer un pasaje del terror con muchos efectos especiales. El presidente no se pone el sombrero adivinador, pero sí se hace fotos con la varita y prueba dos veces con el balón del quidditch, hasta acertar.

A la salida le dan una bolsa con objetos de merchandising. «Para mi nieto», dice. Hay un cóctel y unos músicos replican la banda sonora. Los actores británicos invitados están en una corralito con sillones. Puig y el resto de autoridades declinan la invitación y esperan de pie.

Ya en el coche, camino de casa, observa en el móvil el vídeo de inicio de la campaña que esa noche presentan en sociedad. «Algo sencillo». El sol se escapa mientras el coche se adentra por calles estrechas de un barrio humilde próximo al centro, por donde ya transitaban los romanos. El presidente entra presto al zaguán y media hora después baja el candidato, duchado, sin corbata y con una americana informal. Eso que uno de los influencers diría casual.

En el coche enciende una luz de lectura para echar un vistazo al texto que le han preparado para la cena de inicio de campaña, en la plaza de Patraix. Las ideas fuerza están claras: combatir la euforia de las encuestas, está en juego la democracia. De camino recibe el aviso de que un grupo con una pancarta quiere hablar con él. Son unas jóvenes ante las que se detiene en la entrada de la plaza: le explican la situación del candidato socialista a la alcaldía de Catadau, que escribió una carta de respaldo a un condenado por violencia machista, y le piden que intervenga. Se acerca saludando hasta el escenario, donde otro grupo, de funcionarios de prisiones, le detalla su reivindicación. Ahora vuelve a ser presidente.

Toca subir al estrado, mientras la melodía de partido resuena. Hablan Mercedes Caballero, Sandra Gómez y José Luis Ábalos. El candidato Puig espera en una de las mesas de corrido, delante de un bocadillo envuelto en papel de aluminio. Le toca cerrar el acto. Ya suenan los aplausos. El candidato se levanta, sube rápido los escalones, saluda y acomoda los micrófonos. Ahora sí ha empezado la campaña.

18.00 Reunión con su equipo en el Palau para revisar la agenda de los próximos días.

18.50 Sube al coche oficial para ir a la Ciudad de las Artes.

19.05 Entra en directo desde el Museo Príncipe Felipe en el programa «Más vale tarde».

19.20 Recorre la exposición de Harry Potter junto a Joan Ribó y Francesc Colomer.

20.00 Abandona Cacsa y vuelve al coche oficial camino de su piso en València.

20.15 Entra en casa para cambiarse para el último acto del día.

20.50 Se dirige a la cena de inicio de campaña del PSPV en Patraix.

21.50 Tras los saludos, comienza el acto.

22.45 Sube al estrado para su intervención. La campaña ha comenzado.

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