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Del patriarca al 'macho progre'

Expertos de España y Latinoamérica debaten sobre las nuevas formas de masculinidad y detectan el miedo de los hombres a perder el poder - Alertan de que los discursos ultras son globales y hacen retroceder los derechos de la mujer

Concentración durante el pasado 8M ante el Rectorado de la Universitat de València.

«Detectamos varias formas de ser hombre. Está el hombre tradicional que ejerce la violencia machista sin ni siquiera considerar que es violencia y sigue sometiendo a las mujeres. Ahora vemos hombres jóvenes de ámbitos urbanos que son el macho progre, tienen un discurso feminista y no ejercen la violencia física, pero ejercen otras formas de violencia. Son un peligro. Luego hay hombres que asumen que ejercen la violencia contra la mujer y se encuentran en proceso de cambio. Y otros ven pasar la vida, no se consideran machos pero tampoco hacen nada por que las cosas cambien. En general se colocan en una posición superior a ellas para ejercer el poder». Esta es la reflexión de Ricardo Ayllón, de la ONG Gendes de México, en el Seminario Internacional de Género: Masculinidades y prácticas de intervención con hombres en materia de violencia y educación, recién celebrado en la Universidad de Alicante.

Tanto Ayllón como Ismael Germán Ocampo, consultor sobre violencia de género en Uruguay, y Nura Kayal, de la Universidad Complutense de Madrid, trabajan en la reeducación de hombres que han han ejercido violencia contra las mujeres. Pese a las distintas culturas, Ayllón, con experiencia internacional a través de Gendes, asegura que «al final, el matratador de Atlanta, el de Oslo, el de España y el de México tienen mucho en común».

Hombres 'perdidos'

Más allá de los casos extremos en los que se llega a ejercer violencia, todos ellos detectan en sus respectivas sociedades que muchos hombres se encuentran perdidos ante el auge del movimiento en favor de la mujer y sienten que van a perder poder. Dentro de este contexto alertan de que los movimientos ultras que cuestionan las leyes de violencia de género son globales y no se circunscriben a un país concreto. «Es un movimiento que se va posicionando en muchos países y provoca un retroceso en los derechos de la mujer para retornar a la masculinidad tradicional», alerta Ayllón.

En este sentido, Kayal dice toparse con «agresores que se justifican diciendo que la ley está a favor de la mujer y que el hombre está discriminado. Aseguran que si hubieran pegado a un hombre la condena sería menor. Prefieren agarrarse a esto sin asumir su responsabilidad».

Para Ocampo, «es una situación compleja porque dentro de los hombres más progresistas también cala ese discurso. Estamos en un momento de cruces entre vertientes. Hay mucho miedo e inseguridad entre los hombres», afirma. «Para los hombres se hace muy fácil aferrarse a modelos gloriosos de hombres fuertes y seguros, es algo que también sucede con el nacionalismo. La falta de referentes de las sociedades contemporáneas lleva a agarrarse a falsos mitos pasados. Es un mensaje muy fácil de comprar. Es un discurso que da seguridad en un mundo inestable», añade.

En opinión de Nura Kayal, las «nuevas masculinidades cada vez ganan más peso. Algunos de los hombres que tenemos en los cursos rompen a llorar cuando se les confronta y eso ya es un avance porque el mundo de las emociones ha estado más restringido para los hombres». «Intentamos construir nuevas formas de masculinidad porque vivimos en una sociedad machista y patriarcal que supone una desigualdad de poder entre hombres y mujeres y los hombres al intentar ejercer ese poder sobre la mujer ejercen la violencia de género», explica.

Sociedades machistas

Ayllón admite que la mexicana es una sociedad machista, «como la de otros países». Curiosamente señala que «en América, incluido México, se tiene la idea de que en Europa no hay violencia machista y tenemos que decir que éste es un modelo de ser hombre que aún está establecido en muchos lugares del mundo».

En Uruguay «no es muy diferente», interviene Ocampo. «El gobierno actual lleva quince años en el poder y ha impulsado políticas de género, en defensa de la mujer. Eso ha generado que haya hombres que vayan en la línea igualitaria, pero otros están a la defensiva, sienten que van a perder el poder y existe un movimiento reaccionario muy similar a lo que pasó en Brasil».

Ayllón niega que las sociedades estén preparadas para una igualdad real. Por eso, insta a realizar un «trabajo en prevención en infancia, jóvenes y hombres adultos en el que se involucren los poderes públicos realizando campañas,los medios de comunicación, las escuelas y la Iglesia». «Las leyes ayudan pero a veces quien aplica la ley no tiene esa sensibilización. Es un trabajo en el que se debe involucrar toda la sociedad», defiende.

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