Josep Peñuelas, investigador del CSIC en el CREAF y Dennis Baldocchi, de la Universidad de Berkeley, han publicado un artículo en Global Change Biology que resume seis motivos claves por los que ni las reforestaciones ni la gestión forestal son la mejor solución para reducir el CO2 de la atmósfera y frenar el cambio climático. Según los autores, ante la situación de urgencia en la que nos encontramos, el capital y los recursos políticos deben dirigirse a soluciones más efectivas e inmediatas, tales como reducir y eliminar las emisiones de carbono asociadas a la quema de combustibles fósiles. «Plantar árboles, u otras soluciones basadas en la naturaleza, pueden convertirse en una excusa, una sensación de falsa seguridad, para continuar emitiendo CO2 a la atmósfera pensando que los bosques lo arreglarán todo», advierte Josep Peñuelas.

Los autores demuestran con evidencias científicas relevantes que nuestra capacidad de emitir CO2 a la atmósfera supera con creces la capacidad de los ecosistemas naturales de secuestrarlo y retenerlo en sumideros. En este sentido, recalcan que harían falta cantidades de territorio y de agua enormes para hacer crecer espacios naturales bastante grandes y vigorosos para secuestrar todo el CO2 de la atmósfera que sobra. Asimismo, recuerdan que cada vez se publican más estudios que demuestran la efectividad baja y los efectos colaterales de la gestión forestal orientada a la mitigación del cambio climático. Los autores afirman que la plantación de bosques, o la restauración de turberas y humedales, deben ser parte de la estrategia de mitigación del clima y conservación de la naturaleza, pero que las decisiones más importantes y efectivas hay que enfocarlas a la reducción de las emisiones.

El estudio ha querido analizar cuáles eran los límites de los ecosistemas en cuanto al secuestro de carbono. Para ello, han medido como fluctuaba el CO2 en 155 ecosistemas repartidos por todo el planeta. Las conclusiones son claras, no hay una solución «talla única» que permita prescribir qué plantas y ecosistemas secuestran mejor el CO2, ni dónde ni cómo podemos mejorar esta capacidad. De hecho los autores han ordenado mensajes claves para ser realistas y no confiar en que ésta sea una solución tan clave como se piensa.

Entre ellos, aunque aumentar la capacidad de las plantas de hacer más fotosíntesis es una forma obvia de extraer más CO2 de la atmósfera, hay cada vez más evidencias científicas que demuestran que esta relación no siempre se cumple. Y es que aumentar la fotosíntesis de las plantas implica también aumentar su respiración (el CO2 vuelve a la atmósfera durante la noche mientras las plantas respiran) y, sobre todo, aumentar el consumo de agua. Cuando las plantas son más activas hacen más fotosíntesis, pero también necesitan más agua.