Los acontecimientos acerca del advenimiento de Guillermo de Orange al trono inglés tienen cierto paralelismo con otra invasión acaecida seis siglos antes y que cambió el devenir del país. Y el protagonista fue otro Guillermo. A la muerte de Eduardo el Confesor, sin descendencia, fue nombrado como sucesor Harold Godwinson, su cuñado, primer ministro y señor de Wessex, lo que le convertía en el hombre más poderoso del reino.

Pero Guillermo de Normandía, primo de Eduardo, no renunció a sus pretensiones al trono. Para ello llevó a cabo una importante actividad diplomática. Pero la legitimidad también hay que ganarla sobre el terreno y para ello armó una flota con 6.000 hombres, en la desembocadura del río Dive, a 160 kilómetros de Inglaterra. El 12 de agosto estaba presta para zarpar. Pero para hacerse a la mar, tanto en 1066 como en 1688, hacían falta vientos favorables. Y el dios Eolo, caprichoso, sopló del norte, la dirección contraria, durante un mes. Entonces roló al oeste, lo que aprovechó Guillermo para mover su flota hasta Saint Valéry, en el estuario del Somme, más cerca de su objetivo. Nuevos vientos del norte dieron paso a otra espera que acabó el 27 de septiembre. Con viento del sur, esa misma noche la flota partió, desembarcando el día 28 en Pevensey. Desde aquí, el ejército de Guillermo recorrió 90 kilómetros hacia el este, a Hastings, donde comenzaba la calzada que llevaba a Londres. El 14 de octubre tuvo lugar la batalla, en la que un ejército normando, más adiestrado y mejor pertrechado, derrotó y dio muerte a Harold. Empezó así el dominio normando del reino.

Un poema posterior cuenta las plegarias de Guillermo para conseguir un viento favorable y sus continuas visitas a la catedral de Saint Valéry. Si París bien vale una misa, imaginen Inglaterra.