La frase la recuerda Enrique Guerrero, eurodiputado que cierra ciclo ahora en Bruselas. Si hay un valenciano próximo a Alfredo Pérez Rubalcaba, ese es Guerrero, compañero de batallas políticas desde la trastienda del poder desde 1982, cuando el PSOE llegó al Gobierno de España. La frase la dijo el exvicepresidente del ejecutivo y exlíder del PSOE cuando lo jubilaron de la política. Nunca más oportuna que ahora, apunta Guerrero. Ambos, uno químico, otro politólogo, compartieron trayectoria en el Ministerio de Educación y en Moncloa. Una relación más personal que política. Tanto que para algunos había cierto parecido físico entre ambos. Sobre todo antes.

El veterano socialista valenciano habló con Rubalcaba por última vez hace pocos días: "Tenía que preparar una conferencia y me llamó para pedirme un contacto". Hace tres semanas cenaron por última ocasión. Una de esas citas habituales de amigos de siempre de la política. Estaban Ramón Jáuregui, Elena Valenciano, José Enrique Serrano, Valeriano Gómez€ Los de siempre.

El viejo profesor universitario tenía dos bloques de amigos, los de la política y los de los estudios de química. El que compartía ambas vertientes era Jaime Lissavetzky.

Rapidez mental y austeridad. Son las características que Guerrero destaca a bote pronto de Rubalcaba. "Subraya la humildad -recomienda al periodista-. Después de todo lo que ha sido, volvió a la universidad de profesor titular, a dar clases de química a alumnos de primeros cursos. Otros hubieran buscado un acomodo distinto a los sesenta y tantos".

Lo que ha sido es ministro de Educación, de Interior, portavoz del Gobierno, vicepresidente y secretario general del PSOE. Le faltó la presidencia del ejecutivo. Lo intentó, pero no resultó.

Los socialistas valencianos que lo conocieron pueden dar fe de su carácter austero. No tenía problemas en comerse un bocadillo en una mesa de plástico, aunque el filete con patatas era su dieta habitual. Degustó no obstante el arroz al horno con nabos y manitas de cerdo que el de Carcaixent cocina de vez de en cuando en su casa de Madrid. Sus pequeños vicios: los puros y el Real Madrid. Bien conocidos.

La relación de Rubalcaba con Ximo Puig puede dar cuenta del carácter del fallecido. Mantuvieron una relación estrecha y cordial, a pesar de que el ahora presidente de la Generalitat apoyó a Carme Chacón en las primarias de 2012 en el PSOE. Rubalcaba ganó, Puig también, y no hubo rencor, aseguran en el entorno del secretario general del PSPV. Al contrario, hubo afecto y estima personal. Rubalcaba era pragmático. Respaldó las primarias abiertas convocadas por el valenciano para elegir candidato a la Generalitat, apoyó el corredor mediterráneo con una cumbre de secretarios generales de distintas federaciones en Alicante, avaló la Declaración de Granada, de corte federalista y con referencias a la financiación autonómica, y se reunió con las víctimas del accidente del metro de València. Más de 25 años de protagonismo político dan para mucho.

Puig habló por última vez con el exvicepresidente del Gobierno hace solo unos días. Fue virtualmente, a través del wasap: Rubalcaba quiso felicitarle por el resultado electoral.