Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Perfil

La investigadora enamorada de Dios

El próximo 18 de mayo tendrá lugar en Madrid la beatificación de la primera fiel laica del Opus Dei

Guadalupe Ortiz, en una imagen de archivo de juventud.

Es una mujer de nuestro tiempo, que hasta hace poco ha transitado por nuestras calles. Intrépida desde niña: la única mujer en el aula de aquel instituto de los años 30 en Tetuán, capaz de retar a sus compañeros a ver quién se bebe el tintero, y ella gana el reto. Apasionada por la química, una de las cinco únicas mujeres en el aula universitaria de Madrid, cuando la ciencia era rara avis entre las mujeres.

Independiente, trabaja como profesora de química en cuanto acaba la carrera. De cabeza científica, emprende investigaciones para la industria y para facilitar la vida a los demás: el empleo como material refractario de las cenizas de la cáscara del arroz, o el tratamiento de las nuevas telas que produce la industria textil. Sus investigaciones la traen a València en diversas ocasiones, la última en 1973, como ponente de un congreso sobre el textil.

Sabe perdonar desde el minuto cero, y perdona a quienes fusilan a su padre (no hace falta mencionar el bando, que eso forma parte del perdón), y es capaz de hacer nacer la amistad entre personas que piensan diferente. Enamorada de Dios, desde que, joven profesora, inesperadamente, siente el flechazo de la gracia en su corazón: «para ti tengo otros planes», oye en su interior cuando está pensando en su boda.

Valiente, se lanza a comenzar el trabajo apostólico del Opus Dei en México cuando se lo pide su fundador, sin más medios que su propio ingenio y trabajo. Alegre y con un optimismo a prueba de bomba, capaz de capear las pequeñas o grandes tragedias de la vida cotidiana, y levantar el ánimo a sus compañeras. «Y yo tan contenta» es su lema.

Mujer de gobierno, trabaja junto a san Josemaría en la sede central del Opus Dei en Roma, anticipando el deseo actual de la Iglesia de promover la misión de la mujer laica a puestos de responsabilidad de la estructura eclesiástica. Con profundo sentido social, le apasiona enseñar y mejorar la cultura de las personas que tiene cerca. Nada más llegar a México promueve un centro rural en una hacienda en ruinas desde la revolución mexicana: Montefalco. Trabaja con sus propias manos en el desescombro, con sustos de serpientes pitón y una picadura de alacrán que está a punto de anticipar su muerte. Hoy esa vieja hacienda es un centro de formación profesional que ha mejorado la vida a miles de personas.

Mujer fuerte, las fiebres cogidas de Tetuán y la picadura de alacrán de México han deteriorado su corazón, pero nadie lo nota, no se queja. Los médicos se asombran, cuando la revisan al final de su vida, de que con semejante estado de corazón haya sido capaz de mantener ese ritmo vital, con una sonrisa. Y es que es un corazón enamorado.

Es el perfil de Guadalupe Ortiz. El papa Francisco acaba de aprobar un milagro atribuido a su intercesión, y va a ser beatificada el 18 de mayo. No es un acto de homenaje, que no lo necesita. Es una propuesta de modelo cercano para nuestra vida corriente. Y una propuesta de amistad y ayuda, porque los santos están ahí para ayudarnos en nuestros pequeños y grandes vaivenes de la vida.

Compartir el artículo

stats