Además del derroche en proyectos infrautilizados o fallidos, la investigación detallada en Geografía del despilfarro en España también analiza el «despilfarro por omisión: inversiones mal programadas y realizadas en detrimento de otras que objetivamente debieron haberse priorizado y ejecutado con anterioridad, atendiendo a razones de interés general». Es el caso de la «discutible prioridad otorgada en España a la alta velocidad ferroviaria en detrimento de las redes de cercanías y de media distancia», señala el catedrático Joan Romero. Y, añade que «una vez priorizada la inversión en alta velocidad, discutible por la gran cantidad de recursos movilizados y los sobrecostes que ha supuesto, ha habido una inexplicable demora de la inversión del trazado litoral del corredor mediterráneo».
De nuevo las cifras aportan un mazazo de realidad: «De 2008 a 2018 la inversión en alta velocidad en España ascendió a 31.414 millones de euros, mientras que en cercanías y media distancia fue de 6.388 millones». Un desequilibrio inversor que provoca, por ejemplo, que València sea «una región bien comunicada en alta velocidad con Madrid» pero «mal conectada» con su área metropolitana, con una población de 1,9 millones de habitantes que genera cada día cinco millones de desplazamientos, aunque sólo el 14% se realizan en transporte público.
Una situación que parecía iba a revertirse con los nuevos presupuestos generales del Estado que, por primera vez, iban a destinar más dinero a las cercanías de València (359,7 millones) que a la alta velocidad. Aunque «de nuevo ha quedado en mero anuncio tras la no aprobación de las cuentas públicas por el Parlamento (...) No hay justificación alguna para explicar el abandono y la desidia que afecta a las redes convencionales utilizadas de forma cotidiana para el 90% de la ciudadanía».
Respecto a la demora en la ejecución del eje mediterráneo, Romero señala que se trata de «la historia del gran fracaso (geo)político español en el contexto de las redes transeuropeas de transporte, una de las mejores muestras de nuestro grave problema de coordinación y cooperación entre gobiernos y un mal ejemplo de programación de inversiones».
