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Teléfono rojo, volamos hacia València

En 1951, en plena Guerra de Corea, la CIA estudió en un informe secreto el uso del aeropuerto de Manises como base de sus bombarderos atómicos para atacar Moscú

La pista del aeródromo de València a finales de los 40, con el nombre de 'Manises' escrito sobre el terreno. Archivo histórico de AENA

Quién sabe si una de las escenas más míticas de la película ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú (1964) de Stanley Kubrick, la del mayor T. J. «King» Kong blandiendo su sombrero tejano a lomos de la bomba atómica que va a aniquilar a la Humanidad, pudo haber tenido como punto de partida València... Lo cierto es que el aeropuerto de Manises habría entrado por la puerta grande en la Guerra Fría entre EE UU y la URSS si Washington hubiera hecho caso de la CIA, que en 1951 barajaba usar el aeródromo del Cap i Casal como base desde la que los bombarderos nucleares estadounidenses pudieran atacar Moscú.

Faltaban dos años para la firma de los Pactos de Madrid de septiembre de 1953 entre el régimen de Franco y el Gobierno del general Dwight D. Eisenhower. Esta alianza garantizó la supervivencia de la dictadura al convertirse en aliada de EE UU. El acuerdo dio vía libre a la apertura de cuatro grandes bases militares norteamericanas - tres aéreas (Morón de la Frontera, Torrejón de Ardoz y Zaragoza) y una naval (Rota)- a cambio de ayuda económica y militar.

La serie de informes confidenciales de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense, desclasificados a finales de 2016, lleva por título Potencialidades de España en la defensa de Occidente y Posición de España en la lucha Este-Oeste. Se empiezan a elaborar en marzo de 1951, en plena Guerra de Corea y cuatro meses antes de que el almirante Jefe de Operaciones de la Marina norteamericana, la US Navy, se reúna con Franco en Madrid en un encuentro que allanó el camino a la futura cooperación militar.

Base contra la Unión Soviética

La primera conclusión del documento que la CIA emitió el 5 de julio de 1951 con el sello de secreto es que «la locación geográfica y las características del relieve de España la convierten en potencialmente valiosa para la defensa de Occidente, ya sea como base de operaciones contra la URSS, o como refugio defensivo en caso de que el resto de Europa Occidental fuera invadida por las fuerzas soviéticas». Así mismo, añade que el país cuenta con seis aeropuertos, «dos de ellos capaces de albergar bombarderos pesados».

Son los de Madrid y València. Sin embargo, la propia CIA descarta el de la capital del reino: «está demasiado lejos del mar como para asegurar un buen apoyo logístico en el actual estado de los ferrocarriles españoles». El aislamiento internacional de España, tras haber sido Franco aliado de Hitler y Mussolini, y las políticas de autarquía habían alargado y empeorado el hambre y la ruina de la posguerra. Tanto era así, que el espionaje estadounidense incidía en que «los ferrocarriles de España eran incuestionablemente los peores de Europa occidental; y las autopistas totalmente inadecuadas para el tráfico militar moderno». Por ello, insisten que ambas redes de transporte «no están de condiciones de afrontar las necesidades de una gran base aérea».

Ante este panorama, la CIA apunta hacia Manises, el otro aeropuerto «capaz de dar apoyo sostenido a bombarderos pesados, bombarderos medios y bombarderos ligeros a reacción». Lo hace subrayando que «está en la costa mediterránea», lo que facilitaría el abastecimiento por mar de la base aérea.

El Kremlin, a 3.300 km del Micalet

El documento destaca que «los aeropuertos españoles están dentro del rango de operaciones de combate de Moscú para los aviones del tipo B-29». El Kremlin está a poco más de 3.300 km por aire del Micalet, una distancia al alcance de los dos grandes bombarderos pesados que a principios de los 50 opera la USAF, la fuerza aérea de EE UU. Son las superfortalezas volantes B-29 y B-30. El primero ha pasado a la historia por abrir la era nuclear al «hacer caer el sol sobre la tierra» en Hiroshima y Nagasaki el 6 y el 9 de agosto de 1945 con las bombas nucleares «Little Boy» y «Fat Man».

Además, mientras la CIA ponía su punto de mira sobre València, la USAF engrandaba su poderío aéreo con la entrada en servicio del primer bombardeo estratégico a reacción, el B-47 «Stratojet», diseñado para penetrar a gran altura en el espacio aéreo de la URSS.

Estos tres grandes Jinetes del Apocalipsis nuclear podrían haber despegado sin problemas desde la nueva pista que el aeropuerto de Manises acababa de abrir a principios de 1951 y que, según relató Levante (antecesor de Levante-EMV), fue inaugurada el 17 de marzo de ese año. La crónica recalca que con la nueva infraestructura de 2.400 metros de longitud y 61 de ancho, capaz de dar servicio a aviones de 65 toneladas, el aeródromo de València «se iguala a los mejores de Europa» al tener una instalación de aterrizaje y despegue «suficiente para servir a los aviones más modernos hoy en el mundo».

La noticia describe que se habían invertido 19 millones de pesetas en la obra, «8.000 pesetas por metro lineal de pista y 130 pesetas el m2». Para cubrir los 145.000 m2 de la superficie de rodadura «se emplearon 78.000 m3 de piedra y 1.116 toneladas de asfalto», así como 7 km lineales de drenajes. Además, informa que en esos momentos se estaba tendiendo una segunda pista transversal de 1.600 metros de largo y con una amplitud de 45 metros, al igual que el balizado nocturno para operar de noche.

Del «Sabre» al «Mirage 3»

Lo que no sabía el autor del reportaje, R. F. M., es que la CIA conocía el potencial de la nueva pista mejor que él. Manises ya estaba catalogado como aeropuerto «civil-militar» al albergar el Ala de Caza nº 1. Pocos años después, la base llegaría contar con hasta 123 cazas estadounidenses F-86 «Sabre», el primer avión a reacción que sirvió en el Ejército del Aire. Tras quedarse obsoleto, la USAF lo había entregado a España a mediados de 1950 como parte de la ayuda militar prometida en los Pactos de Madrid. Los «Sabre» no empezarían a ser licenciados hasta que el 12 de junio de 1970 aterrizaron en Manises los 8 primeros «Mirage 3» galos.

EE UU optó finalmente por levantar sus propias bases aéreas. Con la entrada en funcionamiento a mitad de los 50 de los bombarderos intercontinentales B-52 «Stratofortress», la posición estratégica de España en la «Defensa de Occidente» como portaaviones terrestre paso a ser más logística.

No obstante, el 17 de enero de 1966 la costa mediterránea volvía a primera línea de la Guerra Fría al chocar en vuelo un B-52 con el avión cisterna que le aprovisionaba. Sus cuatro bombas termonucleares, 75 veces más potentes que la de Hiroshima, cayeron sobre el litoral de Almería. Dos de ellas quedaron intactas (una en tierra y otra en el mar, que fue recuperada dos meses después), pero las otras dos se incendiaron y desparramaron más de 20 kg de plutonio altamente radioactivo sobre Palomares.

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