En el mundo existen más de tres billones de árboles que conviven con nosotros en un mismo planeta. Sin ellos el mundo sería muy diferente. No solo por la falta de oxígeno que produciría su ausencia si no por la heterogeneidad cromática que producen todos ellos a lo largo de la tierra. Algunos de ellos viven desde hace siglos, han sido testigos invisibles de la evolución constante que ha vivido tanto el planeta como nuestra especie y continuarán aquí después de nosotros, siempre y cuando adquiramos una conciencia aun mayor sobre la importancia de preservarlos. Pero, ¿es posible vivir durante siglos en una continua aventura de supervivencia en busca de la luz solar sin descanso alguno? Según acaba de demostrar el estudio realizado por investigadores del Centre for Ecological Research (Centro de Investigación Ecológica) de Tihany (Hungría), los árboles, al igual que el ser humano y muchos otros seres vivos, también duermen. Según el estudio, en el que se han analizado y escaneado distintos ejemplares en Finlandia y Austria, los árboles comienzan a languidecerse a medida que los últimos rayos de sol se esconden tras el horizonte. Y, con el amanecer, recuperan su posición natural. Todas las mediciones de este fenómeno se hicieron en las mismas condiciones de humedad y en ausencia de viento, para evitar que estos factores pudieran alterar o influir en el resultado. El motivo o causa principal de este curioso comportamiento parece radicar en que, durante la noche, cesa la función clorofílica de los árboles, por lo que comienzan un estado de letargo o reposo. Quién sabe si también sueñan durante la noche, pero es innegable que estos guardianes de la naturaleza y el tiempo nunca dejarán de sorprendernos.