Las Corts Valencianes de la décima legislatura desde la recuperación del autogobierno constituidas ayer dejaron una imagen de profundización en la división entre bloques ideológicos.

Izquierda y derecha han rearmado sus posiciones, unos a punto de estrenar el primer Consell tripartito de la democracia y el más escorado a la izquierda (con la entrada de Podemos y EU) tras el ajustado triunfo electoral del 28 de abril y un bloque conservador fragmentado en tres cuerpos políticos distintos, pero que anuncia una combativa oposición.

Los 52 diputados de izquierdas responden a una amalgama de partidos liderada por el PSPV junto a Compromís y Unidas Podemos mientras que entre los 47 del bloque conservador aparece un elemento nuevo, la ultraderecha de Vox, el factor novedoso ayer y que agiganta con sus primeros gestos esa polarización a la que se abocan las nuevas Corts.

Nunca en la historia del autogobierno valenciano se había dado tanta distancia política. Además, la fragmentación de partidos con representación en la cámara que dejaron las elecciones de 2015, con cinco formaciones, se ha ampliado en 2019 a siete en la práctica, ya que Unidas Podemos son en realidad dos partidos.

De ahí la sensación compartida en los pasillos por diputados de distintos partidos de que esa frontera entre bloques es ahora mayor.

Además, muchos de los gestos vistos ayer en la sesión constitutiva avalan esa tesis. El discurso del conseller de Hacienda, Vicent Soler, convertido ayer en presidente de la Mesa de edad, que hizo un repaso a los casi cuarenta años de historia del autogobierno valenciano y a las dificultades que supuso su alumbramiento no mereció casi ningún aplauso desde la bancada de la derecha. Menos su mención al paso por las cárceles franquistas de muchos (él incluido) de los que en aquellos años exigían derechos políticos que poco después blindó la Constitución. Un discurso que agradó a la izquierda porque subraya que el autogobierno no ha caído del cielo y que es una conquista de los valencianos que supuso muchos sufrimientos y por la que vale la pena seguir peleando.

Más detalles que ahondan en la profundidad de la distancia política que separa a las fuerzas del Botànic y a las de la derecha se dio en el juramento de los diputados.

Mientras los diez parlamentarios de Vox lo hicieron sobre una Biblia con crucifijo y la fórmula «por Dios y por España», desde la izquierda se escucharon fórmulas tan diversas y distintas como las sensibilidades que la componen. Diputados de Podemos y de Esquerra Unida apelaron a la defensa del autogobierno, a una sociedad más libre y justa, la lucha feminista, la de la clase trabajadora, la tierra viva, la inclusión o la defensa de los inmigrantes. Fran Ferri, el síndic de Compromís, lo hizo por sus derechos y libertades y Josep Nadal, conocido por sus posiciones independentistas, por imperativo legal. Una amalgama de propuestas de izquierda a las que va a unir en unos días la argamasa del Pacte del Botànic, aunque probablemente los negociadores se decanten por una nueva denominación.

Cuestiones pendientes

La nueva legislatura se abre además con la dificultad añadida que va a suponer alcanzar consensos que puedan superar esos dos bloques ideológicos. Cuestiones que requieran mayorías reforzadas para salir adelante como la reforma de la ley Electoral, la del propio Estatuto de Autonomía, que ha estado en estudio durante la pasada legislatura, o la de alguno de los órganos estatutarios que quedan por reformar van a resultar tremendamente complicadas.

Y si hay un factor que profundiza en esa división del ideario político ese es Vox. En los partidos del Botànic creen que si hay algo positivo en su presencia en las Corts es que para separarse de su discurso radical, populares y ciudadanos tendrán que modular sus mensajes. Pero si algo dejó claro ayer en su primera intervención la nueva síndica de Vox, la alicantina Ana Vega, es que la formación ultra llega a la institución que representa el autogobierno de los valencianos para intentar dinamitarla desde dentro.

Sus críticas a Unidas Podemos por separar a hombres y mujeres con el feminismo o a la izquierda en general por dividir a los españoles con el catalanismo y las autonomías (una división del Estado blindada en la Constitución), pero que consideran que genera desigualdades, fue su carta de presentación en la cámara valenciana.

Vox también fue el único partido ayer que presentó su propio candidato a la presidencia de las Corts, su líder José María Llanos, que solo obtuvo los votos de sus diez diputados, frente a los 52 de Morera mientras PP y Ciudadanos votaban en blanco.

Es también el único partido que se quedó fuera de la Mesa de las Corts y el único que se votó a sí mismo ya que el Botànic lo hizo en bloque y Ciudadanos y PP también en un pacto de no agresión para garantizarse los dos puestos que quedaban en la Mesa. Además, la presencia del secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, que acaba de poner límites al derecho de la mujer a abortar y que lanzó una arenga a sus diputados a las puertas de las Corts en la que les dijo que eran diez valientes contra los intolerantes, tampoco ayudó ayer a que en las Corts se viviera un clima de distensión.

Tampoco va a ayudar a que se abra paso el consenso la pugna que se anticipa por el liderazgo de la oposición y la combatividad que se espera del líder de Ciudadanos, Toni Cantó. Ayer dijo que ve al PP «sonado» tras sus malos resultados electorales porque dice una cosa y al día siguiente la contraria, y un tripartito «nefasto» para los valencianos.

Y no ayuda a una legislatura tranquila el propio resultado de las elecciones autonómicas. La izquierda es mayoritaria pero por un escaso margen de votos (dos diputados y poco más de 40.000 votos) y ese es otro dato que anuncia más tensión aún. Comienza así una de las legislaturas más complicada del autogobierno.