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"¿Discapacitado? Tengo otras capacidades"

El Langui da una charla sobre diversidad funcional y autonomía personal organizada por Global Omnium y la Fundación Adecco

El Langui, tras la conferencia. Ariana Román

Es magnético. Juan Manuel Montilla, alias El Langui, empieza la conferencia arrancando las sonrisas del público con un «como veréis, yo hago las escenas de riesgo de Woody, el protagonista de Toy Story». El Langui se ríe. El público también. Nació con parálisis cerebral, una lesión que afecta a la capacidad de moverse, mantener el equilibrio y la postura. Sin embargo, este artista multidiclipinar ha conseguido todo lo que se ha propuesto. Su mensaje es positivo y aleja la pena, la lástima, los lamentos y las culpas. Habla de barreras. «Las de la mente, esas son las primeras que hay que superar», añade. Empoderamiento. Es la clave.

El pasado martes, El Langui dio una conferencia en el Club Mercantil del diario Levante-EMV de la mano de Global Omnium y la Fundación Adecco -de la que es embajador- para sensibilizar a la población y hablar de discapacidad. Es algo que incluye en su agenda. El Langui cuenta su historia personal. Una vida como ejemplo de superación, perserverancia, trabajo y éxito. Y esfuerzo, mucho esfuerzo. Y trabajo. Mucho trabajo. Un referente para muchos. El referente que él no tuvo. Y un mensaje directo: «¿Discapacitado? No soy un discapacitado. Lo que tengo son otras capacidades».

Con humor, El Langui desgrana su vida con su familia como hilo conductor y una madre empeñada en que su hijo fuera autosuficiente. En que pudiera hacer las cosas por él mismo, sin ayuda de nadie. Pensando, precisamente, en cuando sus padres no estuvieran. Preparándolo, sin saberlo, para la vida adulta, para la vida independiente.

El relato de El Langui invita a reflexionar. El artista explica cómo su familia, aprovechando la «pasión» que un Juan Manuel muy pequeño tenía por el fútbol, consiguió que él se esforzara, se superara e ideara sus propias «mañas» para valerse por sí mismo. «Todas las tardes bajaba con mis amigos al parque a jugar al fútbol. Mi madre me vestía de futbolista hasta que un día dejó de hacerlo. 'Ya eres mayor, vístete tú y te bajo al parque'», recuerda El Langui. Más de un mes tardó en conseguirlo tras llantos, pataletas y enfados con su madre «a la que culpaba de todo y encima no me ayudaba». Su madre utilizó la misma técnica para que aprendiera a levantarse del suelo, cuando se caía, «que eran muchas veces al día». Así que, un día el pequeño Juan Manuel se cayó a tierra y ese día, su madre -tras comprobar que nada grave le había pasado- no lo levantó. «Estuve más de 30 minutos tirado en la calle, llorando a moco tendido, con sangre en las rodillas y los codos y mi madre, animándome pero sin mover un dedo y haciendo oídos sordos a las vecinas», explica. Y así, tras caer y tener que esforzarse en ver cómo se podía levantar por sí solo, dejó de depender de que un tercero (conocido o no) se «apiadara» de él y lo pusiera en pie.

«Yo lo pasé fatal pero mi madre también... Siempre cuestionada. Y ahora pienso que igual cuando está sentada en el sofá y me ve por la tele, y mira a un lado y ve mogollón de discos míos y mira al otro y ve dos Goyas en la estantería... se siente reconfortada. Si mi madre no hubiera sido así, tal vez yo hubiera llorado menos en mi infancia pero seguro que no sería lo que soy ni tendría lo que tengo», afirma.

Luego llegó la adolescencia, el duro golpe de asumir «que no sería futbolista profesional», la nada... y una vez más la ilusión por la música y el rap. «La ilusión, la pasión, es la clave. Sentirte útil y saber que eres capaz de conseguir lo que te propongas, cada uno con sus capacidades. Las barreras están y hay que superarlas», aconseja.

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