Los médicos de familia creen que en una consulta de 10 minutos, el patrón de tiempo que reclaman desde hace años de media por paciente, pueden sospechar o detectar signos directos o indirectos de que una mujer sufre violencia de género e, incluso, tener su reconocimiento expreso.

Pero eso -que las mujeres lo reconozcan- ocurre en la mayoría de los casos, como explica el médico de familia de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), Lorenzo Armenteros, cuando ya se ha producido «un hecho dañino». Y entonces es cuando los médicos de Atención Primaria consideran que han fracasado, que no lo han hecho en las fases previas. Por ello, un grupo de sanitarios ha trabajado en el XXVI Congreso de la SEMG, que se ha celebrado en Santiago de Compostela, en la elaboración de un documento que pueda ayudar a sus compañeros a detectar de forma «más hábil y activa» esos signos en una primera toma de contacto con las pacientes.

Para ello, hacen falta más medios y conocimientos durante la carrera de Medicina, como los que reclaman Armenteros y la doctora Uxía Olveira. Estos expertos abogan por incluir en los planes de estudios más formación sobre esta cuestión, que es «un problema de salud publica» .

Gran parte de los médicos de familia, según este experto, reconoce que no tiene conocimientos para afrontar estas situaciones y admite haber leído los protocolos que existen en cada comunidad autónoma para abordarlas, pero lo que pesa más es que sólo el 5 % de los casos de maltrato son detectados por el sistema sanitario.

Por este motivo, los médicos están decididos a dar más pasos para actuar desde su «lugar privilegiado»: el trato de confianza y cercanía que le otorgan las pacientes. «Es un deber ético y moral que no se nos escape cualquier tipo de violencia de género y que no lo confundamos con otras patologías», según el experto, que también hace hincapié en el «sufrimiento y estrés crónico» que sufren las mujeres víctimas de maltrato, «que les produce malestar psicosocial, diagnosticado a veces como trastornos depresivos, ansiosos y somatizaciones». Por eso, aboga por no medicalizar estos síntomas sin haber detectado la presencia de malos tratos porque, si no, los facultativos contribuirían a la «opacidad de la violencia y a cronificar el problema».

Entre los indicadores de sospecha de malos tratos están sufrir lesiones físicas frecuentes, sufrir o presenciar malos tratos en la infancia, abuso de alcohol, drogas o psicofármacos, embarazos no deseados o abortos repetidos, trastornos sexuales e infecciones ginecológicas habituales. Además se producen otros síntomas psicológicos como insomnio, depresión, ansiedad, baja autoestima, agotamiento psíquico o irratibilidad, en el mejor de los casos.

Cuando la mujer es consciente de que hay salida, según los médicos de este taller, es capaz de poner en marcha su plan para alejarse de la violencia y ser el árbitro de su propia recuperación.