Bien está lo que bien acaba. La frase hecha puede resumir el sentimiento de los partidos de la izquierda valenciana tras quince días intensos de negociación que dejan huellas que obligarán a PSPV, Compromís y Unides Podem a demostrar en los próximos meses si son capaces de olvidar. Por el bien común. De todos ellos, del Consell y de la C. Valenciana.

Con el adelanto electoral empezó todo. Algunos de los hechos de los últimos días solo se entienden bajo la luz de las heridas de aquella decisión de Ximo Puig. El gran objetivo se logró y el Botànic se salvó, aunque con un margen más estrecho que el que tenía. El PSPV se disparó a primera fuerza, pero Compromís, que reprobó el adelanto, retrocedió en escaños y votos, y Unides Podem se hundió electoralmente, pero salvó la barrera y se mantuvo en Corts. Ese paisaje ayuda a entender hechos y gestos de los últimos días.

Como que no haya habido acuerdo para un Botànic II (es el nombre oficial) hasta minutos antes de que Ximo Puig se subiera al estrado de las Corts a defender el programa de gobierno, que ese sí que estaba pactado, porque las diferencias estaban en el reparto de un par de competencias y, por tanto, de sillones.

Ese desencuentro hasta el último momento obligó también a una investidura en dos sesiones, algo que no había sucedido desde 1983, fecha del primer gobierno plenamente autonómico. A la izquierda le vino bien para desplazarse hasta Alicante y firmar por la tarde el acuerdo definitivo, de 21 páginas y 132 puntos. Hoy se votará la designación de Puig como president, ya con los votos asegurados de los 52 diputados de PSPV, Compromís y Unides Podem.

Es otra novedad: es el primer gobierno con representantes de tres formaciones, porque en la pasada legislatura Podemos firmó el acuerdo del Botànic, pero prefirió (y lo ha lamentado) quedarse al margen del ejecutivo. Las prevenciones sobre «la casta» estaban muy frescas.

Paz final con tensión

La madeja enmarañada en que se había convertido la negociación hasta la tarde del martes empezó a desovillarse esa noche con una llamada del candidato morado. Proponía un encuentro a primera hora, antes de la investidura en Corts, en el que también participara la líder de Compromís, Mónica Oltra.

La cita, con un café de por medio, se produjo en el Palau de la Generalitat a las 9.15 horas, mientras la mayoría de negociadores empezaban a llegar al Palau, ignorantes de la reunión, con la idea de que el pleno se iba a suspender para volver a la mesa de diálogo unas horas más. Era una obviedad, admitían, que antes o después iban a entenderse, pero en ese momento el punto de encuentro no se veía.

Pocos minutos antes de las 10 (hora prevista para el discurso de Puig) la fumata (los nuevos tiempos). Había acuerdo y se firmaba esa misma tarde en Alicante. La jefa de la oposición, Isabel Bonig, se enteraba por la prensa cuando iba a entrar en el hemiciclo, indignada por la investidura en dos fases.

Los tres líderes habían desatascado lo que los negociadores no habían podido en nueve sesiones (alguna de diez horas), incluida la de ayer para flecos.

La reunión a tres voces del Palau no fue una balsa de aceite, pero tuvo final feliz. Hubo cruce de acusaciones y recriminaciones severas. En un momento, Martínez Dalmau amenazó incluso con la ruptura definitiva ante el tono del desencuentro. El líder de Podemos no desmintió este extremo ayer a Levante-EMV.

Al final, la clave está en la vicepresidencia verde y que hasta ese momento PSPV y, sobre todo, Compromís rechazaban. Martínez Dalmau, previsible destinatario del rango, estará en el escalón más elevado en los actos protolocarios, pero no tendrá competencias de gestión directa en materia ambiental, sino la coordinación de estas políticas. En la práctica se traduce en la creación de una comisión delegada medioambiental (ya existen las de Hacienda y Políticas Sociales, en manos de Vicent Soler y Oltra) presidida por el candidato de Unides Podem.

Por lo demás, la confluencia aceptó en el desayuno de ayer lo que el día anterior le parecía insuficiente, cuando se lo planteó Compromís: el mando de la Agencia contra el Cambio Climático (ya aprobada) y de la Agencia Valenciana de la Energía (por crear), ambas imbricadas en conselleries gobernadas por la coalición valencianista.

La vicepresidencia irá unida a la Conselleria de Vivienda, que Unides Podem tiene (ahora era una dirección general en poder del PSPV) desde que se empezó a hablar de la «arquitectura» del nuevo ejecutivo. Transparencia (hasta ahora bajo dominio de Compromís) completa el nuevo poder morado en el Consell, con el añadido de Memoria Histórica. Fue la última competencia que ayer mismo los socialistas (estaba en Justicia) traspasaron al departamento que gobernará EU a cambio de la Inspección.

Al margen de estos cambios, el Consell, como se ha publicado, tendrá una estructura muy similar al actual, salvo el desgajamiento de Universidad y Ciencia de Educación, un deseo de Puig. Falta poner los nombres, aunque un buen número repetirá cargo. La composición oficial se sabrá el lunes, el día después de la toma de posesión y la fiesta oficial. Antes será tiempo de quinielas y de culminar la composición del segundo y tercer escalón de las conselleries. Serán más amplios, se da por hecho. El ejecutivo ha de estar a pleno rendimiento antes del verano. Así será, si todo acaba bien.