«No le daré un minuto de tregua», advertía ayer la portavoz del PP, Isabel Bonig, al presidente de la Generalitat, Ximo Puig, al arrancar su discurso en el debate de investidura de las Corts. El PP, el segundo partido en escaños y durante más de veinte años hegemónico en la Comunitat Valenciana, estrenaba la jornada. En teoría, Bonig jugaba con ventaja, era la primera dirigente de la oposición en hablar y los populares confiaban en aquel dicho de que el que da primero, da dos veces.

Sin embargo, la realidad se impuso en el momento en que el síndic de Ciudadanos, Toni Cantó, se subió a la tribuna. Ni cien días, ni un minuto para un nuevo Consell que aún no ha arrancado, pero tampoco para el PP, su principal competidor electoral.

En un discurso contra todo y contra todos (sólo Vox se salvó de sus andanadas), el actor/político Cantó salió a escena con un objetivo: ocupar todo el espacio posible del centro derecha, ensombrecer al PP y erigirse como el líder indiscutible de la oposición. Objetivo logrado, al menos en el arranque de la legislatura. A nadie de quienes ayer seguían el debate le quedó dudas de que el portavoz de Ciudadanos está llamado a ser el referente de la oposición, el hueso duro de roer del tripartito y que con él en la tribuna, la bronca está garantizada.

Quedan, eso sí, cuatro largos años para unas nuevas elecciones y está por ver si Cantó, un político acostumbrado a los focos, aguanta el tipo toda la legislatura, como también si en su afán de protagonismo no acaba, como ayer ocurrió en varias ocasiones, pasándose de frenada.

En un tono muy duro e incluso faltón, Cantó disparó contra todos: sobre todo, contra el presidente, Ximo Puig, a quien lo menos que llamó fue «marmota», pero también contra la izquierda, el PP y sus dirigentes. Arreó contra Enric Morera por su veleidades con el nacionalismo; a Vicent Marzà, por «sectarismo»; a Rubén Martínez Dalmau por su colaboración con el chavismo; a Compromís, por soñar con «Països Catalans de la señorita Pepis», y al PP por la corrupción y despilfarro.

Exceso verbal

A los socialistas de Pedro Sánchez los acusó de olvidarse de las víctimas de ETA e irse de pinchos con Otegi y al comunismo de ser responsable de más muertes que el nazismo. Todo un exceso verbal que provocó la indignación del presidente Ximo Puig, quien en el turno de réplica se le vio por primera vez enojado y casi gritando, si bien recuperó el tono moderado.

La exhibición de un hombre que busca conquistar el poder en 2023 fue tal que llegó a espetar al presidente de las Corts, Enric Morera, que diría en la tribuna lo que le diera gana. Fue uno de los momentos más tensos del debate y ocurrió cuando el presidente de la Cámara le pidió que se ajustara al guion de la investidura. Cantó entró en el cuerpo a cuerpo, si bien (quizás fue su único ejercicio de contención del día) optó por dejar a un lado el rifirrafe con el presidente de las Corts.

La intervención resultó aún más dura al compararse con la que minutos antes había hecho Isabel Bonig. La autobautizada como la «Thacher de la Vall d'Uixó» lleva tiempo tratando de rebajar el tono vehemente que normalmente acompaña sus intervenciones, quería ser dura, pero no en exceso. En campaña electoral, de hecho, el PP hizo un esfuerzo por dulcificarla, sacar de ella su lado más cercano.

La ironía de la lideresa

Bonig y los suyos (se han quedado con 17 diputados que ya no pueden atronar con sus aplausos como en la época de las mayorías absolutas) son conscientes de que no pueden permitir que Cantó les robe protagonismo, pero deben acertar con el fondo y con la forma. Bonig articuló ayer un discurso contundente, alejado de la chulería, y trató de echar mano de cierta ironía cuando arremetió contra un pacto de Gobierno que calificó como un juego de tronos y de sillones que no piensa en las personas ni en sus necesidades.

La lideresa arreó a Puig por diseñar una Administración en función del reparto de sillas, por disparar el gasto y por haber incumplido su promesa de rescatar personas. Le acusó también de favoritismo y aireó el asunto de las ayudas a Morella y a sus familiares, un tema que escuece en Presidencia.

También, incluso, de «claudicar» ante Sánchez y dejar de lado la reclamación de una mejor financiación y de ser preso de nacionalistas y comunistas. Pero también en este terreno, el fantasma del catalanismo, Cantó se llevó el titular. Fue díficil hacer un discurso más españolista que el que enarborló el dirigente de Cs. Incluso se adelantó a Vox al gritar un «viva España» en medio del discurso. De hecho, Vox, pese a su discurso de extrema derecha (la portavoz Ana Vega cargó contra la inmigración, las políticas de igualdad y el autogobierno), no logró esta vez, como sí hizo el día de constitución de las Corts, robarle protagonismo. La izquierda trató de hacerle el vacío y Puig midió su discurso. Eso sí, Vox incluyó en sus críticas al PP al marcar distancias y acusarles de «estar calladitos» en cuestiones como la lengua.