Ximo Puig vuelve a ser presidente. Contó ayer incluso con más apoyos (52) que hace cuatro años (50), porque Podemos (Unides Podem en su marca actual con EUPV) no tiene las dudas de entonces sobre la orientación del Botànic y se suma al gobierno. La jornada deja, sin embargo, un sabor agridulce a la vista del tono bronco del debate y de la revelación, por si había alguna duda, de la extrema derecha.

Relacionadas

Si algo queda claro tras la segunda sesión de la investidura de Puig es que la ultraderecha, que poco tiene que ver con los «moderaditos» del PP, ha llegado a las Corts.

La portavoz Ana Vega destapó el tarro de los mensajes que encienden media Europa entre mentiras a medias y habló de «culturas incompatibles con la nuestra», de inmigrantes ilegales sostenidos con dinero público, de leyes de género que «destruyen la patria potestad» y «criminalizan» a los hombres, de gulags y marxismo -fue el pleno en que más se habló de comunismo-, y de un «genocidio cultural español» practicado por «nacionalsocialistas valencianos» que «imponen» la lengua autóctona.

«Se acabó la paz del corral», dijo la joven diputada en un momento de su intervención en referencia a la Cámara y a la misión de Vox: «Desmontar el chiringuito autonómico». Más bien, parecía que anunciaba un OK Corral, aquel duelo de western lleno de tiros y pólvora.

El silencio frío que recorría el hemiciclo helaba hasta las pantallas. La epidemia europea de la que España parecía vacunada ya está aquí. «Nunca se ha oído lo que se ha oído hoy relacionado con la inmigración. No se puede admitir el desprecio a miles de inmigrantes», respondió Puig con gesto severo y tono tranquilo.

Más exaltado, añadió: «Sus votantes son tan dignos como cualquiera, pero este gobierno combatirá todo lo que ustedes representan de odio y de rencor».

Siempre hay optimistas, como Manolo Mata, capaces de encontrar lecturas positivas. El socialista pronosticó que la democracia valenciana cambia más a los escépticos que al revés. Cubiertos con esa capa, el desnudo integral practicado ayer por Vox en el debate de investidura sirve también para dejar al descubierto con quién están pactando quienes se acercan a ellos.

Y un enemigo de este cariz, que se declara contrario a las reglas del sistema autonómico y a todo lo construido de autogobierno desde el fin de la dictadura, cohesiona también a los que están al otro lado. El gesto de ayer de Mónica Oltra, pasando la mano por la espalda de Puig durante la lluvia de improperios de la diputada Vega, dice mucho de esto.

El mensaje que deja la jornada es que, con una escueta ventaja de dos escaños sobre la mayoría, la izquierda tiene que andar con tiento con sus guerras internas. En especial, después de lo visto durante la negociación del acuerdo de gobierno, con Compromís y Unides Podem tensando las cuerdas al límite antes del acuerdo de última hora.

Si los episodios de los últimos días vaticinan una pugna a la izquierda de Puig por la hegemonía en este ámbito, el pleno evidenció asimismo que el frente conservador está en guerra abierta por el liderazgo. Son indicios de una legislatura que puede ser explosiva en el Parlamento autonómico. El presidente, Enric Morera, tuvo que intervenir ayer más que en los plenos de la legislatura pasada.

El tono duro y bronco tuvo como protagonista estelar al líder de Ciudadanos, Toni Cantó, que se estrenó con una exhibición de dotes de buen orador, golpes dialécticos a diestro y siniestro (con excepción de Vox), un exceso de autosuficiencia («yo debato con quien me da la gana», espetó a Morera tras ser reconvenido por este) y una pasada de frenada: cuando acusó al PSOE de amistades con etarras. Dejó la intervención anterior de Isabel Bonig. La mirada de los diputados populares en su exigua bancada no se sabe si era de temor o admiración.

Mata y los optimistas de profesión podrán decir que en 2015 la antecesora del papel de Cantó, Carolina Punset, debutó con mensajes similares: menospreciando el valenciano como cosa «aldeana». Y escúchenla hoy. En todo caso, no llegó a decir que Miguel Hernández hoy no podía publicar en la C. Valenciana por la persecución del castellano que Cantó ve hoy. En 2015 no era momento de fake news.

Nunca España ha estado tan presente en las Corts como ahora. Sobre ese eje se construyeron los discursos de Ciudadanos y Vox. Los ultras acabaron avanzando su proyecto: devolver las competencias de educación, sanidad y justicia.

La investidura deja asimismo pistas de que la relación de Puig y Oltra ofrece cicatrices después de 4 años. «Hemos estado juntos en mejores o peores momentos, pero no hemos perdido el horizonte», le respondió el jefe del Consell. Antes, ella había criticado veladamente el adelanto electoral y afeado falta de lealtad.

Las formas, no obstante, fueron de reencuentro entre ambos. Acabada la sesión, con 52 votos a favor y 46 en contra (Emigdio Tormo, de Cs, estaba ausente), y pasados los abrazos y besos, Oltra le acercó la carpeta con los papeles a Puig con ademán cariñoso. Nada es igual, pero se trata de volver a empezar. Es la vida.