«Desde ahora mismo os convoco a todas y a todos, sin ninguna excepción, a conjurarnos para ganar el futuro labrando el presente y pasando página del pasado». Dicho y hecho. Puig hacía un llamamiento en su discurso tras tomar posesión como presidente que se cumplió a rajatabla. Al menos, por las fuerzas progresistas que componen el Botànic II. Ximo Puig, Mónica Oltra y Rubén Martínez Dalmau exhibieron sintonía y unidad tras semanas de tensión en las negociaciones para confeccionar el gobierno.

Pasaban las once y los diputados e invitados al pleno de las Corts llegaban al Palau dels Borja. La dolçaina y el tabalet marcaban la entrada de los grupos parlamentarios y los curiosos se agolpaban a las puertas. Los líderes del gobierno y de la oposición atendieron a los medios en diferentes estados de ánimo. Isabel Bonig (PP) anticipaba la «confrontación» y Toni Cantó (Cs) lamentó hacer trabajar a los periodistas en domingo, un flaco favor para la «conciliación».

Oltra celebró el «día grande» para los valencianos y Dalmau, junto a Rosa Pérez , anticipaba que esta legislatura sería «la más importante para la política valenciana». Junto a ellos entró Pablo Echenique, hasta hace unas semanas el secretario de organización de Podemos y ahora en el comité negociador con Pedro Sánchez. Como él, los ministros José Luís Ábalos y Luís Planas hicieron lo propio con Puig para sorpresa de los ciudadanos: «¡El ministro!» se escuchaba entre la gente.

Al mediodía, el timbre de la sala avisó del comienzo de la sesión plenaria para que Puig prometiera su cargo en presencia de colegas de la política y cargos institucionales. En primera fila le apoyaron todos los miembros del anterior Consell, incluidos Manuel Alcaraz y Elena Cebrián, que no optaban a repetir.

El espacio de los invitados en la Cámara se llenó hasta la bandera pero con menos solera que en otras tomas de posesión. No asistió Pedro Sánchez, como hizo en 2015 en calidad de secretario general, ni tampoco el expresidente José Luís Rodríguez Zapatero. Sí lo hicieron Miquel Iceta, líder del PSC, y Ángel Gabilondo, exministro y candidato a la Comunidad de Madrid. Solo asistieron Joan Lerma y Alberto Fabra como expresidentes de la C. Valenciana, los únicos que no mantienen pleitos judiciales. Ni Francisco Camps ni Eduardo Zaplana se dejaron ver como en 2015. Las bancadas del PP, Cs y Vox no aplaudieron ni se pusieron de pie tras la promesa del cargo, aunque no soltaron sus móviles en los 20 minutos que duró el acto.

Entre los invitados, el presidente de la Diputación de Valencia, Toni Gaspar. El alcalde de Alicante, Luís Barcala (PP), junto al de Elx, Carlos González (PSOE) o la exministra de Sanidad, Carmen Montón, fueron otros de los invitados. En representación de los empresarios estuvieron Salvador Navarro (CEV) y José Vicente Morata (Cámara de Comercio). Pilar de la Oliva, presidenta del TSJCV; Mavi Mestre, rectora de la Universitat de València; el diputado Joan Baldoví, la eurodiputada Inmaculada Rodríguez-Piñero, y la primera teniente de alcalde de la capital, Sandra Gómez, se dejaron ver en la tribuna.

Los padres del presidente Puig le esperaron en el ficus de las Corts junto a sus dos hijos y su nieto. Todos le acompañaron en el pasacalles hasta el Palau de la Generalitat.

Con Oltra y Dalmau, recorrieron los 400 metros que separan la cámara de la sede del gobierno. No hubo tanta gente como cuatro años atrás: el hito histórico fue cambiar de color el mando del Consell pero consolidarlo ha sido menos atractivo para los valencianos. Aún así, los aplausos se sucedieron a su paso para desconcierto de los extranjeros que no entendían el despliegue policial y mediático. No se pudo repetir el acto de entrega de llaves del Palau como hizo Fabra en 2015, ya que Puig mantiene las llaves.

El pelotón que aguardaba en las puertas abrió paso al tripartito y sus diputados que entraron en masa al aperitivo posterior. Puig, Oltra y Dalmau conversaron en la sala daurada con a Ábalos y Planas. Ambos se marcharon al terminar, pero los tres líderes disfrutaron con cercanos y vecinos de las paellas que se sirvieron en la plaza de Manises. Los negociadores de cada partido se reconciliaron en una jornada festiva. Las puertas se abrieron también para los ciudadanos que lo desearon en la política de puertas abiertas que el Botànic ha implantado en este tipo de ceremoniales.