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Mayores de 65 años

Soledad: la epidemia que crece en el siglo XXI

Es una de las formas más extendidas de exclusión social, sobre todo para las personas mayores que se ven aisladas - Muchas lo ocultan a sus propios familiares para evitar sentirse una carga

Soledad: la epidemia que crece en el siglo XXI

«Estoy bien, tranquilos»; «no hace falta que vengas, que estás con los críos y llevas mucho lío; «ya acudirás otro día, no hay problema»; «si tienes cosas que hacer, aprovecha»; «lo entiendo cariño, tienes trabajo ¡si estoy de maravilla aquí viendo la tele!». La soledad es un tema tabú. Nadie quiere reconocer que está solo, que se siente solo. Y para la gente mayor, para las personas que tiene mermada su movilidad y son dependientes, la soledad solo se combate con visitas, con tiempo compartido.

Pero en esta vida de prisas, de compromisos, de trabajo, de responsabilidades y de individualidades es difícil que la visita sea diaria o de varias horas. La dictadura del reloj cumple su cometido. Los mayores, además, no insisten. No quieren «sentirse una carga» para sus seres queridos y les emplazan a otros momentos, a otros ratos, a otras llamadas, con un tono tranquilo y un claro mensaje: «No os preocupéis, estoy bien».

Se oculta y se niega

Pero no lo están. Están solos. Pero si lo reconocen, si lo muestran al exterior se convertirán en «una carga» al estresar más si cabe a unos familiares con una agenda completa de la mañana a la noche. Porque saben que sus familiares les quieren. Y la soledad se disimula, se oculta y se niega. Y aísla a quien la sufre.

La soledad es una de las formas más extendidas de exclusión. Se puede estar solo y ser joven, pero son los mayores quienes se ven más afectados por una especie de epidemia del siglo XXI que va en aumento. Solo en València capital hay 162.000 personas mayores de 65 años. De ellas, 43.000 personas viven solas y 13.000 padecen una soledad no deseada. En la Comunitat Valenciana hay 950.000 personas mayores de 65 años. Uno de cada cuatro valencianos será mayor de 65 años en 2033. El problema está ahí, pero cuando la soledad llama a la puerta hay entidades para combatirla. Hay luz al final el túnel. Pero hacen falta voluntarios y concienciación social. La soledad de los mayores es un enemigo a combatir. Y desde la Fundación Amics de la Gent Major (AGM) lo saben muy bien. Por eso su trabajo se centra en compañar emocional y afectivamente a los mayores que viven solos.

Testimonios

Lola Saavedra tiene 73 años y una vitalidad digna de admiración. Su mente está despierta, pero su cuerpo no la acompaña. Es «charradora» y lo reconoce entre risas. Le brilla la mirada. Está contenta.

«La soledad es un sentimiento de impotencia, de amargura interna, que no se quiere mostrar a los demás. La soledad te la guardas para ti misma. He sido muy protectora con mis hijos y lo sigo siendo. Para ellos yo siempre estoy bien. ¿Para qué los voy a preocupar? Mis hijos y mis nietos me cuidan, son mi vida y me siento querida y atendida. Pero tienen sus propias vidas y deben disfrutarlas al máximo. Solo quiero que mis hijos y mis nietos sean felices. Yo ya me busco la vida», asegura.

Y así ha sido desde siempre. Pero hace dos años la movilidad se vio tan mermada que casi no puede andar. No puede bajar sola a la calle, ni tomar café con las amigas en una terraza, ni visitar a sus familiares, ni asistir a las múltiples actividades que disfrutaba en los centros de mayores de Mislata, su pueblo. Necesita ayuda para sus quehaceres diarios y el Ayuntamiento de Mislata y la Conselleria de Igualdad cumplen su función con las ayudas pertinentes para levantarla, asearla, llevarle la comida a casa. Pero ¿y la compañía? De eso se encarga ahora Sergio Jarque, su «acompañante» particular como voluntario de la Fundación Amics de la Gent Major.

Lola dice que Sergio le ha «cambiado la vida». Sergio afirma que ese sentimiento es recíproco. «Nos hacemos compañía mutuamente», responde. Y es que hay familia que se escoge y ellos hacen tiempo que son familia. Aunque no compartan lazos de sangre. Lola, mujer vital y valiente -que crió sola a sus hijos desde que falleciera su marido de un infarto fulminante a los 33 años y sobrevivió a la muerte repentina de su hijo Carlos a los 18 años- solo ha parado quieta por imposición de su propio cuerpo.

«He sido muy activa hasta que hace dos años mi cuerpo dijo basta. Y en ese momento todo cambia porque ya no eres dueña de ti misma. Ya no puedes buscar compañía. La compañía tiene que venir a ti y eso es más complicado», explica Lola. Y explica las distracciones de us día a día: «Me distraigo con la tablet, el teléfono, el ordenador, los postcad. Me encanta leer y a eso dedico la mayor parte del tiempo».

Lola tiene una casa de 100 metros cuadrados con cuatro habitaciones, por realmente reside en el comedor donde ha instalado la cama. Su gata Missy aparece en escena. Ella es su compañía diaria. También tiene un «acompañanate» telefónico de AGM con el que charra todas las semanas y las visitas de Sergio, que le «dan la vida». Para Sergio, ser voluntario de AGM es mucho más que visitar a Lola una vez a la semana. «Mi vida cambió un día de repente. Me sentí solo y me hice voluntario. A Lola le cuento cosas que no comparto con nadie más», explica Sergio. Las familias de los dos se conocen y agradecen una compañía que planta cara a la soledad.

Acompañamiento emocional y efectivo en casa y por teléfono

Antonio Miguel es presidente de la Fundación Amics de la Gent Major. Pero su labor no queda solo ahí. También es voluntario y forma parte de la entidad desde sus inicios, cuando un grupo de personas se juntaban en un local de la Cruz Cubierta en una especie de tertulias para llevar la soledad de la mejor manera posible. Nunca pasaron de 30 personas. En 2010, ese mismo grupo decidió constituirse como fundación, con un patronato de 13 personas. Y empezaron a crecer. Y aún no han parado. «La sociedad que da la espalda a las personas mayores es una sociedad estúpida. La frase no es mía pero refeja muy bien un problema real», explica y desgrana como funciona una entidad que ayuda, y mucho, a las personas mayores. «Hacemos acompañamientos en hogares y en hospitales porque hay mucha gente sola y la terapia es una buena compañía. Es un compromiso de todos hacer felices a nuestros mayores. Realizamos tres salidas al año que agradan mucho a nuestros usuarios porque comparten vivencias y hacen algo diferente», asegura. La Fundación Amics de la Gent Major atendió en 2018 a 837 personas en acompañamientos emocionales y afectivos gracias a la colboración de 534 voluntarios. En 2019 atienden a 625 mayores con 496 voluntarios.

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