Veinte y pocos kilómetros separan Arzúa de O pedrouzo, una etapa bastante llana y asequible para el que se estrena en el Camino de Santiago. Campos de maizales y un penetrante olor a eucalipto de los frondosos bosques circundantes convierten las cinco horas de trayecto en casi un paseo, donde el agua de lluvia acumulada en los árboles se activa de vez en cuando por efecto del viento.

Un recorrido que transitan miles de visitantes llegados de todas partes del mundo - hasta 177 nacionalidades diferentes en 2018-, y expuesto por tanto al peligro de esa plaga que empieza a conocerse como basuraleza. Solo con la cifra de los valencianos que hicieron en 2018 el Camino de Santiago, 17.243 según los datos de la Oficina del Peregrino, puede tenerse una idea de la presión ambiental que sufre esta emblemática ruta, con más de 700.000 peregrinos al año.

Salvo algún envase de agua o zumo, y alguna bolsa de basura, el trayecto hasta O pedrouzo está relativamente limpio de residuos. Paradójicamente lo que predominan son los restos de cajetillas de tabaco. El reto, con la meta en el Xacobeo 2021, es un Camino de Santiago sostenible, donde se garantice la conservación de entornos naturales tan cargados de belleza. En esa concienciación ecológica mucho ha tenido que ver Ecoembes y el proyecto Camino del Reciclaje, con la distribución de miles de bolsas elaboradas con PET reciclabes y reutilizables. «La idea es que no haya excusa para reciclar», explica Carolina Martín, de Ecoembes.

La iniciativa tuvo una gran acogida el año pasado, con los 403 ecoalbergues certificados que se adhirieron, equipando para ello sus instalaciones. Y va en aumento, pues en lo que va de año ya son 453 los que participan. El Camino del Reciclaje permitió la recogida de 248 toneladas de envases, un 28 % más que en 2017, con 68.759 kilogramos en el contenedor amarillo y otros 179.335 en el azul. «Para evitar la basuraleza y facilitar esta labor e invitar a los peregrino a que conservaran los residuos que generan durante cada etapa y reciclarlos al final de la etapa se les entrega una bolsa», explican desde Ecombes. En esta edición se han repartido 13.000 en Asturias, 37.000 en Castilla y León, 10.000 en la Rioja, 13.000 en Cantabria y el grueso, con 66.600 en Galicia.

Lo ideal es que todos los albergues cuenten con puntos de reciclaje de aquí a 2021. Miguel Cacharrón, responsable del establecimiento privado Km 0, explica que «el ocio con conciencia es posible». Sobre todo con los peregrinos europeos, más versados en las cuestiones de la economía circular. Victoria, una joven alemana inmersa en el Camino de Santiago, explica que en su país el reciclaje «es un compromiso social». Historia bien distinta es la de los visitanes procedentes de zonas de América del Sur donde la recogida selectiva en origen es todavía una asignatura pendiente. En San Lázaro, un ecoalbergue público, papeleras y contenedores se encuentran repartidos por los pasillos que dan acceso a unas habitaciones llenas de literas , marcadas por la limpieza y la sobriedad. «Antes vaciábamos una vez por semana, ahora todos los días», explica Isaac Vázquez. Por si hay dudas a la hora de qué tirar en cada contenedor, sale al rescate vía móvil A.I.R.-e, el asistente virtual del reciclaje.

Tres sellos, un árbol

Otra de las iniciativas del Camino del Reciclaje es la tarjeta Compostela del Ecoperegrino. Con tres sellos, y subiéndola a las redes sociales, Ecoembes se compromete a plantar un castaño o una especie autóctona en la zona que recomienden los técnicos de la Xunta. «El peregrino solo tiene que pedir una de estas tarjetas, poner su nombre y cuando llega al albergue pedir que se lo sellen», señala Martín. Lo del reciclaje es algo que tiene bien interiorizado Manuela, una valenciana que vive en Patraix y que lleva años haciendo el Camino de Santiago. «Si veo una lata o una botella la meto en la bolsa y después lo vacío todo al llegar al pueblo o en los contenedores del albergue», enfatiza. Eso sí, sin parar de caminar.