«La noche anterior habíamos ido a verla a la residencia. Cenó y se acostó tranquilamente. Al día siguiente nos llamaron diciendo que se la llevaban al hospital por una hipoglucemia. Cuando llegué me dijeron que estaba en coma y que tendría unos daños irreparables en el cerebro. La sorpresa fue que al día siguiente nos dicen que hay otra señora ingresada de la misma residencia por lo mismo. Aquello fue horroroso», relata Raquel Castellano, hija de Dolores Martín, una de los dos mujeres residentes de un geriátrico de Riba-roja de Túria que fallecieron hace dos años por una hipoglucemia, una bajada de azúcar, después de que les inyectaran insulina sin que fueran diabéticas.

Ahora, la Audiencia Provincial de València ha confirmado el archivo de la causa, por lo que no habrá ningún responsable penal por aquellas muertes, al considerar que no tiene pruebas consistentes de quién fue la persona que suministró aquella insulina mortal.

Los hechos, tal y como publicó ayer Levante-EMV, se desencadenaron a partir del 18 de julio de 2017. La mañana de ese día, Dolores Martín, de 59 años de edad, fue trasladada de la residencia donde estaba internada al Hospital de Manises. «Cuando llegamos al hospital nos dijeron que lo que había pasado, o se debía a que tenía un cáncer de páncreas muy avanzado o a que le habían inyectado insulina», revela Raquel, que recalca que su madre no era diabética y no requería ese tratamiento. «Tu madre de aquí ya no va a salir. Está muy grave y puede que fallezca», le comunicaron. «Mi cabeza era incapaz de ordenar toda aquella información», rememora.

Al día siguiente las sospechas de que le habían suministrado insulina por error a su madre crecieron de manera exponencial. Otra mujer interna en la misma residencia de Riba-roja, Pura Alcantud, de 67 años, era ingresada con el mismo diagnóstico: hipoglucemia. Tampoco era diabética ni tenía cáncer de páncreas.

Tras permanecer hospitalizada durante 21 días, los malos presagios de los médicos se cumplieron, Dolores falleció el 8 de agosto. Cuatro días antes se había muerto Pura, que no tenía familia y se encontraba bajo tutela de la Generalitat Valenciana. Según los informes forenses, ambas fallecieron por «una administración externa de insulina que provocó hipoglucemia severa, no padeciendo ninguna de ellas patología alguna que justificara la administración de insulina».

Necesitaba cuidados especiales

Dolores no era una persona especialmente mayor. Tenía 59 años. Pero la enfermedad mental que padecía obligaba a darle una serie de cuidados específicos. Su marido y su hija única, Raquel, se encargaron de ello durante mucho tiempo, hasta que el primero de ellos cayó gravemente enfermo. A ello, según relata la propia Raquel, se sumaron una serie de pequeños ictus que menoscabaron todavía más la salud de Dolores. «Tenía que trabajar -es peluquera- y mi padre, enfermo, ya no podía encargarse de ella porque necesitaba unos cuidados y unas pautas que en casa ya no se le podía dar. Por eso la ingresamos en la residencia, porque necesitaba gente especialista que la pudiera cuidar», señala Raquel. Sin embargo, un grave error en esa atención especializada acabó con su vida.