Con el lomo quemado, mordeduras, gusanos, parásitos por dentro y por fuera, garrapatas y varias enfermedades. Así llegó hace ahora un año al Centro Veterinario Galápagos de València Etna, una dóberman de tan solo ocho meses a la que sus dueños habían estado utilizando como sparring para perros entrenados para peleas clandestinas. Etna fue rescatada entonces en Crevillent por la asociación SOS Dobermann, que la entregó a Isa y Marta, responsables de la clínica veterinaria. Un año después, Etna ya luce con todas sus heridas recuperadas y disfruta de una nueva oportunidad al lado de su nueva madre adoptiva, una de las veterinarias que la trató durante todo este tiempo, Marta.

«Cuando nos la trajeron pesaba solo unos 13 kilos, cuando estos perros deben estar en unos 25. Era un saco de huesos», explica Marta. Etna, durante sus ocho primeros meses de vida, había sufrido innumerables maltratos, desde mordeduras de otros perros -a los que incitaban a atacarla- hasta agresiones de sus propios dueños. Este periódico ha accedido a las primeras fotografías tomadas del animal cuando llegó al centro veterinario, pero ha optado por no publicarlas ante lo desagradable de las imágenes. «Se dejaba hacer de todo. Ya ni se defendía», recuerda la veterinaria.

Etna había sido rescatada por la asociación SOS Dobermann, que la localizó en Crevillent, y trasladada a este centro veterinario, donde la curarían de forma gratuita. Tras ello, la misma entidad le buscaría una familia de acogida. Fueron cuatro intensos meses de curas, incluidas operaciones quirúrgicas. «Supuso mucha dedicación, incluso me la llevaba a casa a dormir», explica Marta. Requirió también de rehabilitación psicológica: siempre que había estado con otros canes había recibido constantes ataques. Hasta tal punto llegó la relación entre Marta y Etna que, finalmente, ha decidido adoptarla. «Le cogí tanto cariño que para mí ya era mi perra», declara.

Ahora Etna vive en Bétera, donde reside Marta. Y, además, tiene otros tres compañeros animales: un perro y dos gatos. «Pese a todo lo que sufrió jamás ha hecho un mal gesto», asegura su nueva propietaria. Etna ya no tiene miedo.