El vecino de Beneixama Jaume Pascual Cirera se encontraba en la tarde del lunes en su casa de campo, en un paraje próximo al lugar donde se había iniciado el fuego. Mientras comía junto a sus padres, por la ventana, veían el fuego a lo lejos. «Allí arriba» señaló a un punto alejado. «Vimos el fuego a lo lejos y de repente, en menos de media hora estaba a la puerta de casa», aseguró todavía atónito.

En ese momento se pusieron manos a la obra para intentar salvar su «caseta». Primero soltaron la cadena del perro y «menos mal porque su casita fue pasto de las llamas». «Te ves solo intentando apagar la llamas, rodeado de árboles que se están calcinando y lo vives todo con mucha impotencia, sin saber si al final tu casa sufrirá daño alguno» relata.

Ayer por la mañana acudieron a la zona y comprobaron con satisfacción que la edificación estaba en pie y en perfecto estado. Cirera insiste en que «nos ayudó la gente del pueblo, nuestros vecinos, que gracias a ellos se salvo la casa».

Tras la tarde de tristeza del lunes en la que todos los vecinos estaban pendientes de la gran columna de humo, ayer, en el centro del casco urbano del municipio todo parecía transcurrir con normalidad. Las calles estaban casi vacías y los abuelos se encaminaban hacia la «escoleta» para recoger a los más pequeños.

La conversación era una sola y la pregunta más recurrente: «¿Hasta donde habrá llegado el fuego?». El sentimiento era unánime, una mezcla de indignación, resignación e impotencia. Algunos de ellos relataban que «nos gusta cuidar del monte y disfrutarlo y esto es una tragedia».

Los vecinos son conscientes de la gran dificultad que entraña que el fuego cruce la carretera y afecte a las viviendas del pueblo; por eso, apostillaron que «miedo no es lo que sentimos, pero experimentamos mucha rabia cuando vimos desde las terrazas o a pie de terreno cómo ardía la sierra sin que pudiésemos hacer nada».