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Liderar en tiempos de crisis: una trampa para las mujeres

Las expertas señalan a Theresa May como ejemplo del 'precipicio de cristal' - El término se utiliza para denunciar que muchas mujeres son designadas como altos cargos para responsabilizarlas de los fracasos

Liderar en tiempos de crisis: una trampa para las mujeres

Cada día son más las mujeres que construyen Europa, pero ¿a qué precio? Ursula von der Layen y Theresa May tienen en común mucho más de lo que a simple vista pueda parecer. Ambas acaparan actualmente la atención mediática. Una, por su reciente llegada a la presidencia de la Comisión Europea, coronándose así como la primera mujer que ocupa este cargo. La otra, porque acaba de abandonar el número 10 de Downing Street, la residencia oficial del primer ministro del Reino Unido.

Probablemente todavía no consigan establecer una conexión fuerte entre estos ejemplos. Pero no se preocupen, porque lo realmente importante llega ahora: las dos políticas han sido, en algún momento, catalogadas por la opinión pública como «valientes», ya que han sufrido desventajas laborales por razón de género. Estos ejemplos podrían ser muy positivos en tanto en cuanto desafían el tan temido techo de cristal, ese mecanismo que limita el ascenso laboral de las mujeres, relegándolas a puestos inferiores. Ninguna ley prohíbe que las mujeres puedan ejercer altos cargos, sino que es algo mucho más profundo. Se trata de una de las consecuencias directas, a juicio de numerosos estudiosos, de vivir en una sociedad patriarcal, forma de sociedad en la que el hombre tiene la supremacía por el simple hecho de serlo y la mujer queda relegada a un segundo plano.

Superada esta primera traba de género, ¿se podría considerar una victoria que estas mujeres hayan ocupado puestos de máxima responsabilidad en instituciones tan relevantes como la Comisión Europea? La respuesta a esta cuestión es negativa, y va más allá del techo de cristal.

En 2003, The Times publicó un artículo donde afirmaba que las empresas británicas con mujeres en la dirección presentaban peores resultados en bolsa que las que dirigían hombres. Este dato deslegitimaba al género femenino, puesto que el artículo dejaba una reflexión demoledora: las mujeres no sirven para dirigir.

A raíz de la grave acusación que (consciente o inconscientemente) había lanzado el diario británico, los investigadores Michelle Ryan y S. Alexander Haslam, de la Universidad de Exter (Reino Unido), decidieron examinar el trasfondo del asunto. Tras analizar exhaustivamente la situación de las empresas previamente a la entrada de mujeres en sus respectivas cúpulas directivas, los expertos determinaron que la presencia femenina en los puestos de dirección no era lo que provocaba el fracaso de las compañías, sino que la crisis (en ocasiones irreversible) de las entidades era, en realidad, consecuencia de años de pésima gestión y nefastos resultados en bolsa, cosechados durante periodos en los que quienes estaban a cargo eran hombres. Y así fue como se acuñó el término glass cliff, cuya traducción es precipicio de cristal.

Capitolina Díaz, catedrática de Sociología en la Universitat de València (UV), define el concepto como «la tendencia de empresas, universidades, partidos políticos, etcétera, de nombrar a mujeres para puestos elevados en momentos en que esas entidades están en una situación delicada, lo cual convierte al puesto en precario». Así, la metáfora podría considerarse una continuidad del techo de cristal, puesto que va un paso más allá. En el techo de cristal, las mujeres pueden ver los puestos altos. En cambio, en el precipicio a veces no pueden ver el peligroso borde, y en estos casos -en los que no suele haber margen de error- un paso en falso supone la inmediata caída por el abismo. Díaz incide en que «en esas circunstancias es menos probable que hombres de tan alto nivel como las mujeres a las que nombran, acepten una propuesta tan arriesgada».

Por su parte, Rosario Tur, catedrática de Derecho constitucional en la Universidad Miguel Herández de Elx (UMH), señala que «aunque parece que hombres y mujeres llegan a los mismos espacios o puestos o tienen las mismas posibilidades de hacerlo, las dificultades, el coste, o los problemas que sufren las mujeres por el mero hecho de ser mujeres, son superiores a los que tendría un hombre por el mero hecho de ser hombre».

Dos causas principales

La catedrática de la UMH encuentra dos tipos de argumentos que apoyan el ascenso de las mujeres en situaciones difíciles: por un lado, la función del cuidado familiar que históricamente ha quedado adscrita a las mujeres como parte de un rol de género; por otro, las amplias posibilidades de fracaso que comporta liderar una entidad en crisis. Respecto al primero de los razonamientos, Tur comenta que, al tratarse de una situación compleja donde «el cuidado, la capacidad de abnegación y el trabajo laborioso es aún más necesario», se recurre a las mujeres porque «tradicionalmente están pensadas en el imaginario social para ejercer los cuidados, con todos esos rasgos 'supuestamente naturales' del género (serviciales, dispuestas al sacrificio, generosas, emocionales, buenas madres...)», de manera que esto las convierte en «idóneas para ocupar esos liderazgos envenenados».

En cuanto a la segunda de las causas, la catedrática de Derecho constitucional afirma que el liderazgo no es el mismo que en situación de bonanza que en situación crítica, ya que la tesitura no permite que las mujeres puedan demostrar las cualidades de dominio que se asignan al género masculino, como por ejemplo mostrar autoridad o control pleno, «de manera que podemos hablar de un 'falso liderazgo'».

Graves consecuencias

Lo que a priori puede parecer un gran paso para las mujeres, se convierte en una pesadilla infernal, puesto que las conclusiones que suelen extraerse del fracaso de las entidades que lideran las mujeres son las mismas que sacaron The Times hace más de quince años: las mujeres no son válidas para liderar. En palabras de Rosario Tur: «Además de la mayor complejidad y desgaste que representa ser una líder en momentos de crisis», cabe sumar que «el mayor riesgo de fracaso pone en cuestión el liderazgo de las mujeres» y da lugar a interpretaciones como que las mujeres son «menos aptas» para la toma de decisiones, algo que «constituye ciertamente un juicio precipitado y, lo que es más grave, genera un nuevo estereotipo, el de que las mujeres 'no están hechas para el poder'».

May, «hundida» por el 'brexit'

«Parece que el nombramiento de Theresa May como primera ministra del Reino Unido fue un clamoroso ejemplo del fenómeno del 'precipicio de cristal'», afirma Díaz. Y, efectivamente, así es. Han sido muchas las expertas que han catalogado el trayecto de May como líder del brexit dentro de ese concepto. ¿Por qué? La respuesta es simple: fue un hombre, David Cameron, quien desencadenó el brexit a través de la convocatoria del referéndum británico. En cambio, fue May quien tuvo que hacer frente al difícil reto de negociar la salida de Inglaterra de la Unión Europea.

Además, cabe remarcar que May tuvo que ponerse al frente de un brexit con el que no comulgaba, ya que estaba a favor de permanecer en la UE. Esto respondería a la teoría de algunas expertas que consideran que el precipicio de cristal es, en muchas ocasiones, la única posibilidad que las mujeres encuentran para llegar a puestos de responsabilidad. Es por esto que, aunque la entidad se encuentre en una situación insostenible, aceptan el puesto.

En cuanto a Ursula von der Leyen, hay quien ya habla de un «difícil mandato». La recién elegida presidenta de la Comisión Europea tiene muchos retos por delante: el brexit, las políticas migratorias, la descomposición interna de algunos aspectos básicos de la UE... Y la pregunta es: ¿Será Von der Leyen la siguiente política en sufrir el perverso efecto del precipicio de cristal?

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