«Ojalá el pronunciamiento del tribunal sirva para cerrar uno de los ejemplos más escandalosos de 'fake news': el caso Blasco, sostenido desde la malediciencia y por sicofantes», aseguró ayer la persona cuya apellido ha dado nombre a tres causas judiciales. De la primera salió indemne, con la segunda acabó en la cárcel y la tercera quedó ayer vista para sentencia tras treinta y tres sesiones a lo largo de tres meses presididas por el tribunal de la sección quinta de la Audiencia de València.

Rafael Blasco hizo ayer uso de su derecho a la última palabra durante 19 minutos y 46 segundos. Ratificó su pacto con la Fiscalía Anticorrupción en el que admite los delitos de asociación ilícita, malversación, prevaricación y falsedad en documento público, a cambio de entregar un bajo comercial propiedad de una de sus hijas, como dación en pago, además de aceptar una condena de tres años y seis meses de cárcel. Fue una conformidad «alcanzada cuando aún estaba en prisión y que la hago con todo el dolor de mi alma. Pero desde el derecho romano, los acuerdos hay que respetarlos». Por ello, el exconseller dedicó su último alegato a defender su honestidad y ahondar en una de las líneas de su defensa, que el juicio celebrado hasta ayer es «causa juzgada» y que el juicio -al que ha asistido a todas las sesiones- ha sido un remedo de moviola de hace ocho años», asegura en referencia al juicio del TSJCV que se celebró en 2014.

En defensa de su honorabilidad Blasco recordó que tanto los dos acuerdos suscritos con la Fiscalía Anticorrupción como las sentencias del TSJCV y del Tribunal Supremo reconocen que «no consta que recibiera dádiva o aportación económica alguna». «No he formado parte de ninguna trama delictiva. No me he beneficiado de ningún recurso público al frente de mis responsabilidades». Y, como prueba, alegó que sufre «una insolvencia económica total, porque todo mi patrimonio y mi pensión de jubilación ha sido entregado a la Administración».

También detalló que del casi centenar de testigos: «Sólo cinco personas han hablado de irregularidades, pero nunca las hicieron llegar a los órganos de dirección. Se ha hablado de irregularidad de forma gratuita lo que supone poner en duda el trabajo de un centenar de funcionarios». Y añadió que «las acusaciones también han ocultado que tenía delegadas las competencias de fiscalización de las ayudas».Y concluía que «el daño a la cooperación se lo han hecho aquellos que se han arrogado una defensa que es muy discutible».

Tauroni defiende los trabajos

El empresario de Alzira en el centro de la presunta trama, Augusto Tauroni, hizo uso de su derecho a la última palabra durante veinticinco minutos que dedicó para pedir «disculpas» a su mujer, sus padres, su hermano Arturo (también juzgado), a todas las ONG salpicadas en el juicio «e involucradas contra su voluntad» y a «la sociedad valenciana por defraudar las expectativas y a los agentes de cooperación honestos, que los hay». Tauroni admitió haber cometido errores, «pero ni se me pasaba por la cabeza no cumplir con lo que me había comprometido. Mi craso error fue llevar la actitud empresarial a un sector sensible como el de la cooperación» en el que el empresario defiende haber realizado los trabajos que las acusaciones consideran irreales. También pidió «disculpas a la sociedad en general» su hermano, Arturo Tauroni, quien lamentó que su peculiar apellido «se haya convertido en un problema porque nos trataban como a los Soprano».

Más breves fueron Marc Llinares, exjefe de Cooperación quien coincidió en pedir «disculpas. No era consciente de la trascendencia de lo que sucedía», al tiempo que defendía la honestidad del proyecto del Hospital de Haití. La subsecretaria general administrativa de Blasco, Tina Sanjuan, también aprovechó su último alegato para admitir «errores, pero la justicia se ha excedido conmigo: tras tres años y ocho meses en la cárcel he pagado con creces y quiero terminar con esta pesadilla». El periodista y cooperante Fernando Darder también defendió que «nunca me he llevado dinero. He sido un crack de la cooperación de la emergencia de la C. Valenciana, pero me han arruinado la vida».