No se anunciaba como podólogo ni en la clínica que tenía abierta en Ontinyent ni en su tarjeta de visita pero sí trataba dolencias propias de estos profesionales como uñas encarnadas, callos o clavos plantares además con instrumental considerado como producto sanitario sin tener la titulación ni estar, por supuesto, colegiado.

Así lo concluye el fallo emitido por la Audiencia Provincial de València y que ratifica una condena previa de doce meses de multa a razón de 6 euros diarios (2.160 euros) contra una persona por un delito de intrusismo en la Podología, la primera en la C. Valenciana, según destacaron ayer desde el colegio oficial de podólogos.

De hecho, la entidad colegial recurrió a dos detectives para confirmar que el ahora condenado realizaba algo más que técnicas estéticas y reflexología podal, las especialidades que publicitaba y a las que, en un principio se dedicaba en un establecimiento con licencia de ortopedia.

Según testificó la presidenta del colegio, Maite García, tras recibir denuncia confiaron en dos detectives la comprobación de qué tareas realizaba esta persona y hasta allí fueron dos investigadores de la Agencia de Detectives Privados Distrito 46. Uno de ellos con una dolencia real, una uña encarnada, mientras el otro grababa.

Los detectives declararon que la sala parecía una clínica y, en este caso, se utilizó material sanitario como un bisturí aunque el ahora condenado «nunca dijo que era podólogo ni médico» aunque el uso del instrumental y de la bata blanca sí que había inducido a error a otros clientes que iban a la clínica a tratarse de dolencias que normalmente tratan los podólogos como pie de atleta, clavos plantares o callos interdigitales (ojos de pollo).

La sala considera probado que el condenado no estaba en poder del grado de Podología para poder tratar estas dolencias y que incluso el instrumental que usaba, cortopunzante, «tiene la consideración de producto sanitario y viene regulado debiendo cumplir unas medidas necesarias». El fallo recoge, además que resulta «probado» por las pruebas realizadas, entre ellas la atención a los detectives, que trataba dolencias de podólogo además con «un bisturí». Y no solo fue él, también otros clientes «todos confirman que acudían al establecimiento abierto al público, que tenía el aspecto de clínica (...) les atendía con bata blanca, propia del personal sanitario». «Hay pluralidad de indicios que evidencian el uso de instrumental y de tratamiento de dolencias propias del podólogo, así como la percepción por terceros o impresión externa que su actividad originaba como de un verdadero profesional de las patologías del pie» reza el fallo aunque no se reconocen agravantes.

La presidenta del colegio oficial, Maite García, ha asegurado que estaban «muy satisfechos con la acción de la Audiencia» ya que el fallo significaba «un antes y un después para la podología. Ya se está creando jurisprudencia y continuaremos trabajando».