Cuatrocientos cincuenta gramos de cocaína y una deuda le llevaron al corredor de la muerte en Malasia. Víctor Parada, boliviano de nacimiento y vecino de Benilloba durante algún tiempo, fue condenado a la horca el 5 de enero de 2018 después de pasar más de cuatro años encarcelado por introducir droga en el país asiático. Una pesadilla que ha terminado con la liberación del joven y su regreso a Bolivia. La familia, que aún no se cree lo sucedido, agradece al gobierno de Evo Morales su intervención, sin la cual, asegura la madre, Silvia Vargas, «no hubiese sido posible salvar la vida de mi hijo».

La familia de Víctor Parada vive a caballo entre Alcoi y Benilloba, donde también residió él durante siete años, hasta que en 2009 fue deportado por no tener la documentación en regla y no estar trabajando. Según relató a este diario su madre, a su llegada a Bolivia ejerció como carpintero, conoció a una mujer y tuvo un hijo, pero en 2010 empezaron a tener dificultades económicas.

El joven se vio obligado a pluriemplearse, hasta que perdió el dedo índice de la mano derecha y la primera falange del corazón en un accidente laboral. La empresa le denegó ayuda para cubrir los gastos médicos y tras su recuperación lo despidió.

Esta situación, según Silvia Vargas, asfixió más a la familia, hasta el punto de que la mujer le abandonó, dejando al hijo de ambos a su cargo. «La desesperación le llevó a aceptar dinero de un señor», y para saldar la deuda se vio obligado a hacer de mula.

El 23 de octubre de 2013 un hermano de Víctor recibió una llamada informando de su detención en Malasia, acusado de tráfico de drogas tras ser interceptado por las fuerzas de seguridad del país asiático con 450 gramos de cocaína en el interior de su cuerpo cuando se disponía a coger un taxi a la salida del aeropuerto.

El primer juicio no se celebró hasta el 8 de diciembre de 2017, cuatro años después de su detención. Al mismo asistió Silvia Vargas para declarar y presentar informes para apoyar la defensa, que se basó en todo momento en justificar la mala situación económica de Víctor y que hizo de mula por desesperación.

No obstante, el 5 de enero de 2018 un juez malayo condenó al boliviano a morir en la horca y fue trasladado a otra cárcel. La familia, pese a no tener contacto con él, recurrió la sentencia alegando que no se tuvo en cuenta el testimonio de la madre y que hubo fallos en la traducción.

Tras la publicación de la noticia y de que las hermanas la compartiesen a través de las redes sociales, los medios de comunicación bolivianos se hicieron eco, y en febrero de 2018 el gobierno de Evo Morales pidió el indulto de Víctor y envió a Malasia a una diplomática para interesarse por su situación.

A principios de este año la familia daba a conocer que Víctor había esquivado la horca porque Malasia estaba en proceso de abolir la pena capital y que el juicio estaba previsto para marzo, pero no fue hasta el pasado 24 de julio cuando se celebró. El joven quedó libre, pero «inmediatamente fue detenido y enviado a inmigración», ha explicado su madre.

«Hemos pasado 15 días horribles porque peligraba de nuevo su libertad», pero al final en la madrugada del jueves cogió un avión de regreso a Bolivia. «Mi familia lo está esperando allí. No sabemos en qué estado se encuentra, sobre todo psicológico», y «mi deseo es poder traerlo aquí, con nosotros».