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Once años esperando un alquiler social asequible

Tras más de una década esperando y 400 puntos en el EVHA, esta familia no puede acceder a una vivienda social

Uno de los 14.000 casos de solicitantes de vivienda, porque todos tienen nombre y apellidos, es el de Sergio y Silvia. Llevan apuntados en el EVHA antes de que la institución tuviera ese nombre. Once años y 400 puntos que no le garantizan poden acceder a una vivienda digna donde criar en condiciones a sus tres hijos. Actualmente viven en Orriols, en un piso de patada como último recurso. La alternativa era quedarse en la calle. El piso en el que residen está en unas condiciones inaceptables para que una familia pueda vivir en él. Cuentan con preocupación que su hijo pequeño cogió bronquitis y tuvo que ser ingresado a los pocos meses de nacer a causa de las humedades del inmueble.

Llevan viviendo de okupas en el barrio durante cinco años. Hace dos, una asistenta social decidió visitar la vivienda con el objetivo de redactar un informe de vulnerabilidad social, porque ni eso tienen a día de hoy. Unas semanas más tarde, cuenta Sergio con resignación, trasladaron a esa trabajadora de su puesto y ya no acudió nadie a su piso.

El colapso de Servicios Sociales en la ciudad de València es el principal factor que provoca situaciones como las de Sergio y Silvia. «Son pésimos, nunca nos han dado nada ni nos han ayudado. Lo único que nos dicen cada vez que vamos es que hay gente por delante», denuncia Silvia. A pesar de pegarse contra un muro durante tanto tiempo, este matrimonio no ha dejado de buscar ayudas y renovar su solicitud de vivienda durante 11 años. Ese empujón pareció llegar a finales del pasado año, pero tan solo fue un espejismo. «Nos encontraron una vivienda social en la Fontsanta. A pesar de que tenía dos habitaciones y nosotros somos cinco estábamos conformes, aunque tuviéramos que poner un sofá cama en el comedor», declara Sergio.

En Navidades firmaron el piso y les dijeron que en un mes estaría listo. Pero ha pasado más de medio año y, tras incontables llamadas de la familia a Solvia, no han recibido ninguna respuesta. Hoy siguen en su piso de patada, a la espera de un alquiler asequible, que les permita vivir dignamente.

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