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Políticos en red: amigos, pero poco

Los representantes públicos valencianos conservan perfiles en Twitter con más de un 15 % de seguidores falsos y más del 30 % inactivos - Después del «engorde» de cuentas durante la campaña electoral, los dirigentes no pierden amistades «ficticias»

Los fantasmas que pululan por la red no descansan en verano. No es que trabajen más, que por su carácter espectral no debe suponer ningún esfuerzo, sino más bien es que su vigencia se prolonga en el tiempo.

Las recientes campañas electorales provocaron, entre otras muchas cosas, que los candidatos a los gobiernos de las diferentes administraciones reforzaran todo lo posible sus redes sociales. Algunos ni siquiera tenían Twitter o Instagram antes de que su nombre figurara en un candidatura. Otros, más avezados en estas lides, potenciaron su 'presencia virtual' para llegar al mayor electorado posible.

En los meses de abril y mayo, con todo ese movimiento, sus perfiles engordaron el número de seguidores de manera exponencial, un crecimiento que en ocasiones fue de forma espontánea y natural, otras veces comprando followers para aparentar ser más influyentes, y otras veces, siendo víctimas involuntarias de los llamados bots, que rastrean la red y se extienden de forma aleatoria y caprichosa.

Pero las campañas electorales quedaron atrás hace tres meses y esa proliferación de seguidores falsos e inactivos sigue siendo la misma. En ocasiones, incluso ha aumentado el porcentaje de supuestos amigos, que secundan tus tuits y que no dicen «esta boca es mía» porque, ciertamente, no lo pueden decir. No existen, aunque figuren en los registros de «éxito social» de los políticos.

Después de analizar con varias herramientas las cuentas en Twitter de los principales dirigentes políticos valencianos, que han obtenido representación en Las Cortes Valencianas y el Congreso de los Diputados, la media que resulta de seguidores falsos supera el 15 %, una cifra similar a la que se alcanzó durante las pasadas campañas electorales. Si nos fijamos en los seguidores inactivos, que existen pero con ellos no se establece ninguna comunicación, la media está por encima de 30 %.

De este modo si se suman los followers falsos y sin actividad, cerca de la mitad de las personas a las que presuntamente llegan los mensajes de los líderes políticos son espectros.

A más seguidores, más fantasmas

La lógica indica que cuantos más seguidores, más fantasmas en la red, pero no solo por una mera cuestión de probabilidades, sino por que contener el filtro de los bots es mucho más difícil. De los 12 políticos analizados, Pedro Duque, ministro, astronauta y diputado por el PSOE de Alicante, supera estratosféricamente a todos sus rivales. El ingeniero aeronáutico con domicilio en Xàbia que voló en el transbordador espacial Discovery, se acerca ya al medio millón de seguidores, cantidad que solo supera, dentro del Consejo de Ministros, el presidente Pedro Sánchez que ya está por encima del millón de seguidores. En comparación el resto de políticos analizados, Duque aglutina más followers que sus dos inmediatos seguidores juntos, Mónica Oltra (Compromís), con 252.170, y Toni Cantó (Cs), con 234.448. Sin embargo tiene más followers reales que la vicepresidenta del Consell, puesto que la mitad de los de Oltra no están activos. En el caso de Cantó, con menos de la mitad de adeptos que el ministro Duque, sus porcentajes de seguimiento son parecidos.

Puig se cae del podio

El cuarto político analizado con más seguidores es el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, que se acerca a los 80.000 en Twitter. Sin embargo, la herramienta empelada para rastrear concede al jefe del Consell unas cifras muy elevadas de followers falsos e inactivos, por encima del 80 %. También presenta un volumen elevado de partidarios ficticios Joan Baldoví, el único diputado de Compromís en el Congreso, el quinto de la lista general y el último que supera los cuatro dígitos.

Entre los diputados del Congreso destaca el crecimiento de la cuenta de Manuel Mestre (Vox), que con solo 100 tuits ya tiene 5.355 seguidores, una cifra en consonancia con el gran uso de las redes que hace la formación de ultraderecha.

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