El veraneo en la costa mediterránea ya no es lo que era. Ha reducido su duración, porque no hay tanto dinero para gastar, y ha aumentado su pesadez. Pesadez climática porque se ha vuelto menos soportable, menos confortable y cada vez lo notamos más en esta parte de España.

En estas semanas de mucho calor, algunos nos empeñamos en reiterar el mensaje de que el clima actual ya no es el que disfrutábamos hace dos o tres décadas. Pero parece no importar. Lo importante es que recibamos a muchos turistas, acumulemos muchos ingresos para la economía y que todo siga, más o menos, como siempre. Pero la cosa, en materia climática, ha cambiado. Y lo va a seguir haciendo. Sólo cabe esperar que la sociedad, la economía y la política reaccionen y comiencen a trabajar en el diseño de actuaciones de adaptación al cambio climático.

Comparo estos días planisferios de los climas mundiales, dibujados desde mediados del siglo XIX a la actualidad. Resulta sorprendente el cambio experimentado en el límite de los tipos climáticos, especialmente en el hemisferio norte, y muy singularmente entre 1980 y la actualidad. El clima de la Tierra siempre ha cambiado, y lo va a seguir haciendo, pero nadie puede dudar que en las últimas décadas es más notoria que nunca la incidencia del ser humano inyectando gases que provocan efecto invernadero en el balance energético del planeta. Y la solución a corto plazo no es posible. Nos esperan años, si no décadas, de veranos cada vez menos soportables.

Decir esto en plena canícula, cuando lo que importa es la juerga y el cachondeo, el «a mí no me calientes la cabeza con esas cosas», es perder el tiempo. Lo sé. El veraneo en la costa mediterránea se está volviendo, por causa climática, menos soportable cada vez. Ya se anunciaba hace unos años, pero nadie hacía caso. Como ahora.