Y al tercer día, amainó. Tras dos días en los que el mal tiempo ha imperado en gran parte de la Comunitat Valenciana, el último miércoles del mes de agosto amaneció con cielos despejados para dar paso a la tormenta de color rojo que se avecinaba en Buñol: la 74ª edición de la Tomatinala Tomatina. Como viene siendo costumbre, a las 9 de la mañana comenzó la ya tradicional escalada a la cucaña en la que personas de diferentes nacionalidades pelean por alzarse con el premio: un jamón que está colgado en la parte superior de un poste embadurnado de jabón.

Estirones, empujones o esperar un despiste del rival para poder trepar por el mástil eran algunas de las estrategias que tenían los participantes en este juego, pero pese al esfuerzo realizado por todos y cada uno de ellos, especialmente de los asiáticos, nadie pudo alcanzar el jamón. Ni siquiera un espontáneo que se atrevió a trepar descalzo por una palmera situada en paralelo al mástil.

Pero lo bueno todavía estaba por llegar. Más de 20.000 personas procedentes de diferentes puntos del planeta esperaban, impacientes unos y eufóricos otros, a que el reloj marcara las 11 para que empezara la guerra; y pasadas las 11.30 entró el primero de los seis camiones cargados de tomates en la plaza Ramón y Cajal.

El espectáculo estaba servido. Aproximadamente 145.000 kilos de tomate se vertieron sobre los allí presentes en tan solo una hora que duró el recorrido. Entre los asistentes a la última edición de la Tomatinaasistentes a la última edición dela Tomatina se pudieron reconocer las caras de la secretaria autonómica de Modelo Económico y Financiero, María José Mira y la del alcalde de Mislata, Carlos Fernández Bielsa, quien iba subido en un camión lanzando tomates a diestro y siniestro para vivir la experiencia al 100 %.

Y tras la tempestad, llegó la calma. Al término del paso del sexto camión, los asistentes a la Tomatina emprendieron el camino hacia la salida del recinto y el único rastro que quedaba de la lucha eran los enseres perdidos por los que allí estaban: gafas de buceo, chanclas de playa y camisetas teñidas de zumo rojo, entre otros.

Entre el barullo de gente se encontraban Olivia, Tara y Emily, tres amigas que acudían por primera vez a Buñol desde Australia y que describieron la experiencia como «única pero agotadora». Cerca de ellas estaba la pareja hindú formada por Abishek y Ankita, que también se estrenaban en la Tomatina y quienes dijeron: «Nos lo hemos pasado muy bien y ya tenemos ganas de que llegue la Tomatina de 2020».

Pero la australiana y la hindú no fueron las únicas nacionalidades presentes en la última edición de la Tomatina. Según explicó la alcaldesa de Buñol, Juncal Carrascosa, pese a que este año ha disminuido el turismo británico, se ha experimentado un repunte de los visitantes de países de Europa del Este como Rusia pero también de la Comunitat Valenciana.

La primera edil explicó que se han vendido 9.000 entradas para los vecinos de Buñol, «lo que quiere decir que el pueblo de Buñol está recuperando la fiesta para él mismo y ese era uno de los objetivos a conseguir tras plantear la limitación del aforo a 22.000 personas». «Queríamos que los turistas disfrutaran de esta fiesta pero que también lo hicieran los buñoleros y buñoleras», apuntó. Carrascosa también explicó que para la jornada de ayer contaban con un dispositivo de seguridad de 200 efectivos entre Policía Local, Guardia Civil, Policía Nacional Autonómica, Protección Civil y voluntarios del pueblo.

Puntos violetas en la Tomatina de Buñol 2019

En la última edición se han vuelto a instalar dos puntos violetas y dos personas delante de cada camión para prevenir agresiones sexuales o situaciones de violencia de género.

La alcaldesa de Buñol recordó que en los últimos años «las actuaciones en materia de violencia de género o de abusos sexuales en la Tomatina han sido muy pocas y eso indica el buen trabajo que se hace» puntualizó.