Episodios de grandes avenidas e inundaciones como el vivido en la Vega Baja hacen recordar el dicho de que el agua siempre busca su camino natural. Con él se suele aludir a los riesgos que implica realizar cualquier alteración en un cauce fluvial: canalizaciones, desvíos en el curso, aterramientos, ocupación del lecho, urbanización del entorno... Las posibles circunstancias son muchas, pero con un factor en común: se modifica el recorrido natural del agua, y eso puede tener consecuencias ante un acontecimiento como el de esta semana.

Por ello, expertos en prevención y gestión de riesgos naturales y en planificación de infraestructuras hidráulicas apelan al mantenimiento de los cauces y a dejar sus características naturales, y a que, si se hacen intervenciones, se tenga siempre en cuenta el riesgo de inundación. Un aspecto más importante si cabe en una llanura fluvial como la Vega Baja, donde las riadas han sido una constante a lo largo de la historia pero donde, paradójicamente, el cauce del río ha sido totalmente transformado. Desde Murcia hasta la desembocadura en Guardamar, el Segura ya no es un río natural, sino un canal de trazado casi rectilíneo del que han desaparecido los meandros, como si fuera una carretera a la que se eliminan las curvas para circular más rápido.

Juan Antonio Marco, profesor de Geografía Física de la Universidad de Alicante (UA) y del Máster en Prevención de Riesgos Naturales critica que se hayan suprimido los meandros del Segura porque esas curvas permiten «el equilibrio natural del río» al ir conteniendo la fuerza del caudal. Al rectificar el trazado «se incrementa la pendiente y se facilita que el agua pueda ir a más velocidad y con más virulencia».

El Segura presenta la paradoja de que discurre a una altitud ligeramente mayor que a la que se encuentran las zonas de alrededor. «Ante una riada, siempre se van a ver más afectadas que otros lugares», por lo cual remarca la importancia de tener el río en las mejores condiciones posibles para que absorba todo el caudal.

Otro factor a considerar que añade Marco es la ocupación o el aterramiento de cursos de agua, fruto de la urbanización o del abandono de campos o de sistemas tradicionales de riego.

Marco recalca la necesidad de hacer inversiones para llevar a cabo todas las medidas oportunas que permitan a los cauces fluviales acoger caudales extraordinarios, porque lo que se ha hecho hasta ahora «es insuficiente». Un aspecto en el que coincide con Arturo Trapote, profesor de Ingeniería Hidráulica de la UA, quien incide en que «hace falta inversión para realizar actuaciones en las cuencas», ya que «el agua tiene que salir por su sitio natural, no se puede cortar». Por ello, insiste en que es fundamental «mantener los cauces en condiciones», con la debida «vigilancia e inversión».